TLtos manuales de primeros auxilios dicen que las heridas deben lavarse y desinfectarse antes de ser cerradas. Taparlas sin efectuar esas dos tareas puede producir efectos secundarios más graves que los de la herida en sí. Durante la semana pasada, tras un intento del juez Garzón de saber qué fue de los asesinados en las cunetas tras estar cautivo y desarmado el gobierno democrático de la República, muchos se han puesto demasiado nerviosos y han pedido que no se hurgue en una herida cerrada. Llama la atención la visceralidad de algunos en evitar que se sepa cualquier cosa de aquellos paseos de ida que no tenían vuelta, a pesar de que nadie está tratando de buscar a los responsables sino de encontrar dónde fueron a parar los restos de toda una generación de gentes que defendieron la legalidad. También resulta curioso que, tras haber pasado 40 años obligados a estar amordazados y 30 de propina para no entorpecer el consenso de la transición, sigan existiendo empecinados en negar un auténtico genocidio, el intento de aniquilar físicamente a los activistas del antifascismo con un procedimiento que cuatro décadas después perfeccionarían los militares argentinos. Con demasiado retraso nos disponemos a destapar la herida para poder limpiarla y cerrarla definitivamente, pero hay quienes temen un hedor que les recordará que, en el fondo, no les pareció mal que los vencedores, como afirmó Queipo , "limpiaran España para que en 30 años nadie se moviera". Entonces lo consiguieron y uno tiene la duda de si volverán a lograr callar a quienes sólo quieren curar heridas que llevan 70 años sin poderse ni mencionar.