Alberto Ruiz-Gallardón y Ana Belén tienen mucho en común. En primer lugar el anuncio en el que la actriz y cantante proclama las excelencias de la Comunidad de Madrid y en segundo lugar, un anónimo enemigo encargado de propagar que Ana Belén, la musa de la modernidad madrileña, progre entre las progres, ha cobrado 750.000 de euros (124 millones de pesetas) por protagonizar una campaña pagada por un gobierno del Partido Popular.

El asunto afecta a Ana como mito y símbolo y también al presidente de la Comunidad de Madrid pues no hay forma de encontrar la partida presupuestaria que dé fe del coste de la campaña. A Alberto le critican por haber contratado a Ana y a ésta por haber aceptado trabajar para el PP.

Ana Belén es una artista cotizada, o al menos lo era cuando protagonizaba películas, de modo que no es de extrañar que su caché alcance cifras millonarias. Cuando estas cifras se cobran por bailar sin ganas enfundada en trajes diseñados por su peor enemigo, es lógico pensar que hasta en la vida de un símbolo hay momentos en los que el extracto de la cuenta corriente puede mandar de recreo a las ideas. En el anuncio, además, se oye una musica compuesta por su hijo David San José, que también debió cobrar.

Pero en este caso el dinero sólo es importante si ha servido para pagar el alquiler de un mito, habida cuenta de que estos lo son porque no tienen precio. Es obvio que Ruiz-Gallardón ha querido tener en la campaña a la artista símbolo de un Madrid que no le votó, pero que espera captar de cara a su competición por la alcaldía madrileña. Lo de Ana Belén es más sencillo.