TEtste martes pasado, el día del anuncio de Ibarra , recibí una llamada telefónica de una cadena de radio pidiéndome que participara en un programa en directo sobre la noticia. Según creí entender la cosa iba de voz a favor y voz en contra del todavía presidente. Yo debería ser la voz en contra, por supuesto. Me llamó una periodista a la que conozco hace más de 20 años y que tuvo que orientarse a través de este periódico. No acabo de enterarme del mecanismo. Quizás sea sublime, pero no me entero. El caso es que cuando recibí su llamada pensé que lo hacía para que habláramos de poesía, de creación literaria, de libros al fin. Aún sabiendo que no, después de más de treinta años escribiendo imaginé que ya se habían enterado de lo que hacía. Y de que lo hacía. Pero no era eso, ¡porca miseria! Me llamaban para interpretar un papel. Debe andar mi nombre por ciertos círculos, sin duda poco flexibles, qué digo, morrocotudamente rígidos, etiquetado en cursiva: Niño malo . Y así , cada vez que se tercia, me llaman para que salga al escenario a interpretar un personaje que no soy yo y para el que no tengo ni libreto. Y, si me perdonáis, estoy ya de eso hasta los mismos huevos. Porque la verdad es que, mientras hablaba, no sabía si era yo o era el comodín de la llamada del concurso de televisión. En fin, que a veces tengo la sensación de ir por la calle siendo hombre anuncio.

Ibarra se va en mayo, creo. Tiempo habrá, si es menester, de criticarlo en lo que a mí me parezca. En cualquier caso, nunca a golpe de cornetín de sintonía radiofónica. Ni al compás de ningún otro trompeteo, incluso desafinado, que no salga de mí. jabuizaunex.es