Regiones enteras de Pakistán permanecen aisladas del mundo después de las peores inundaciones en la historia del país, que arrojan cifras escalofriantes: 15 millones de damnificados, 1.600 muertos, 650.000 viviendas destruidas, más de medio millón de hectáreas de cultivo anegadas y 10.000 cabezas de ganado muertas. Todo ello llevó a un alto responsable de las Naciones Unidas a valorar la catástrofe como peor que la que provocó en varios países de Asia un tsunami en el año 2004.

En Nowshera Kalam sigue lloviendo sobre mojado. Situado a unos 30 kilómetros de Peshawar, en la orilla del río Kabul, este populoso municipio rural de tres millones de habitantes es uno de los más afectados. Sus pobladores prácticamente lo han perdido todo. La localidad quedó literalmente bajo las aguas por el desbordamiento del río Kabul. El agua alcanzó hasta 1,8 metros de altura en las zonas bajas del municipio.

El panorama en Nowshera es, unos días después, desolador: tierras de cultivo inundadas, viviendas destruidas, negocios anegados y caminos enfangados. Es como si hubiera caído el diluvio universal de golpe sobre este lugar.

Muhammed Sayyad achica agua con cubos de su casa gravemente dañada por las lluvias torrenciales mientras un fuerte aguacero cae sobre de nuevo sobre Nowshera. "Esto es lo único que no he perdido. No voy a dejar que el agua arruine mis únicas pertenencias", manifiesta desconsolado, mientras muestra el patio de la vivienda donde ha colocado un cobertizo de paja para resguardar unos viejos electrodomésticos, algunos utensilios de cocina y varios charpais (camastro de madera).

Sayyad ha enviado a su mujer y sus nueve hijos a vivir con unos familiares. "Yo me he quedado a cuidar la casa", explica. Al igual que muchos vecinos, Sayyad se resiste a abandonar su hogar porque desconfía de que las autoridades vayan a compensar económicamente a los afectados por la perdida de sus tierras , negocios, y viviendas. Según afirman los lugareños, el Ejército únicamente prestó asistencia el primer día de las inundaciones, con el reparto de un lote de comida y la instalación de un depósito de agua potable.

MALESTAR CON AUTORIDADES

Ayer, después de una semana de gira por Europa, el presidente paquistaní, Asif Alí Zardari, todavía no había regresado a su país. El malestar con las autoridades es atizado por los grupos religiosos radicales, que ponen al servicio de la población afectada sus redes sociales para seguir cosechando el apoyo de los paquistanís. A unos tres kilómetros de Nowshera, la organización Ummah Welfare Trust, fundada por un piadoso musulmán afincado en el Reino Unido, atiende a 100.000 afectados por las inundaciones repartiendo alimentos y suministrando medicinas. Decenas de miles de personas hambrientas y desesperadas se atropellan, se empujan, se gritan las unas a las otras para recoger su ración de comida: una bolsa de arroz basmati cocinado y un botellín de agua.

Pero lo que realmente preocupa a las organizaciones humanitarias no es hacer llegar la asistencia a los damnificados sino las condiciones de insalubridad en las que viven los millones de familias afectadas, que podrían provocar brotes de enfermedades entre la población desplazada.