Siempre he creído y sigo creyendo que lo que hace mayor es la falta de ilusiones". Tiene 66 años y la misma capacidad de ilusionarse que un niño. Juan Tamariz asegura que es la clave para que el paso de tiempo sólo se deje notar en un cabello algo más encanecido y algunas arrugas de más en la piel.

"Estoy continuamente trabajando, 8 o 10 horas con la baraja, pensando cosas nuevas. Y creo que hasta dentro de 30 años no me pararé a descansar. Los 96 años será una buena edad para hacerlo".

El mago español con más prestigio internacional está en Don Benito para participar en el Festival Internacional de Magia, Extremagia. Ayer realizó su primera gala y esta noche ofrecerá la segunda y última (teatro Imperial, 21.30 horas), con telepatía, cartas y mentalismo, el de su mujer, la mentalista Consuelo.

Acompañado por su inseparable chistera, a la que ahora une la funda de un violín repleta de objetos mágicos, asegura que en estos difíciles momentos de crisis, la magia puede resultar terapéutica. "La gente siente que lo imposible es posible y sale con más energía y capacidad para luchar contra las dificultades; en definitiva, con más ilusión aunque la palabra esté desgastada".

Tamariz no se considera un cómico, sino un mago ilusionista que cree que lo mejor de la magia es la capacidad de dar alegría, la misma con la que él se enfrenta a cada actuación.

"No hago humor ni cuento chistes sino que lo hago con alegría y jugando, tratando de llegar al niño que todos llevamos dentro".

A este respecto dice que la percepción del público ha cambiado desde que comenzara su andadura profesional en los años 70. El mago ya no dirige su un espectáculo a los más pequeños ni "a los más infantiloides"; sino que lo concibe para los adulto, desde el más inculto al más sabio, como lo demuestran sus espectáculos en universidades o el próximo, dentro del Festival de Música Clásica de Estrasburgo, donde es el "arte" invitado este año.

Adultos pero con ojos de niño, "con la mirada libre de telarañas" es como Juan Tamariz aconseja disfrutar de un espectáculo de magia.

"Hay que acercarse con la capacidad de ilusionarse. Ya sabemos que lo que hace un mago tiene detrás un secreto natural, pero durante ese tiempo hay que vivir en el mundo de la ilusión, dejar el toro de la razón noqueado por la varita del mago, y disfrutar". Pero recuperando la lógica y la razón después, porque para él es parte esencial del ser humano.

Dice que la magia es un arte de amor y entrega. Visión que le enseñó el que considera el mejor mago de todos los tiempos, el español Frakson. "También nos hizo ver que no hay espectadores, sino especta-actores que interactúan y participan".