TLtas nuevas tecnologías nos permiten que cada noticia publicada en la versión digital de un periódico pueda recibir, casi al instante, el comentario de seres anónimos que vuelcan sus reflexiones. A los que no nos ata una vinculación de toda la vida con la ciudad de Extremadura en la que vivimos, nos llama poderosamente la atención la virulencia que en esos comentarios alcanzan los exabruptos localistas. Ya se puede hablar de infraestructuras, de cultura o de atención sanitaria, que siempre hay personajes dispuestos a jurar y perjurar que su ciudad es víctima de la discriminación histórica e insidiosa de la capital autonómica, de las otras capitales, de la cabeza de comarca o de la aldea más perdida. Además, sobre el mismo asunto pueden salir centenares de comentaristas de otra ciudad acusando de lo mismo a las restantes. Se trata de palabras en las que se destila más rencor que materia gris y donde el insulto soez se deja caer a las primeras de cambio. Yo creo que esto se curaba obligándoles a vivir un tiempo en la otra localidad, para que se dieran cuenta de que todo es más relativo de lo que parece. La cuestión es que este tipo de pensamiento localista no sería peligroso si no fuera porque, de vez en cuando, hay políticos que saltan al ruedo enarbolando esa idea. En ocasiones pueden lograr éxitos en ámbitos municipales, pero empieza a preocupar que haya quienes estén dispuestos a hacer del localismo una forma de actuar en niveles más amplios. Quizá a las primeras de cambio consigan el aplauso de esos comentaristas furibundos, pero me parece que ese camino, afortunadamente, no llegará muy lejos.