Le quedó el ego hecho trizas. Paul McCartney recibió una llamada supuestamente del primer ministro canadiense, Jean Chrétien, en la que le informaba personalmente de que iba a ser honrado por el país. Pero algo no encajaba en toda la historia. El político intercaló versos de las canciones de los Beatles. Al final, resultó ser tan sólo una ocurrencia de un locutor bromista.