TLtas anillas chirriaban al rozar los alambres y la penumbra se apoderaba de la casa. El toldo cubría el patio y nos sumíamos en la somnolencia. Las horas más calurosas las pasábamos así, letárgicos, agazapados en la sombra.

Una frase oída en la radio me ha hecho pensar en aquellas antiguas tardes de siesta y silencio. Qué suerte tenía y qué suerte sigo teniendo ahora. Ya no hay toldo, pero bajo las persianas y pongo el aire acondicionado. A los pocos minutos me he creado un pequeño espacio de bienestar.

Una frase me ha hecho pensar en lo fácil que siempre he tenido el cobijo. La oí el otro día. Se hablaba de los refugiados. Hay gente que pide alquiler por la sombra de una acacia .

Lo contaba una cooperante refiriéndose a la situación extrema en la que viven miles y miles de somalíes en los desbordados campos de refugiados de Kenia. Cincuenta grados. Seres humanos sin poder guarecerse y otros seres, diremos que también humanos, apoderándose de un árbol y cobrando por su sombra.

Sin duda hay cosas más terribles que la que les cuento, pero esto ha calado en mi interior porque el calor excesivo me congestiona y marea.

Andaba dándole vueltas a una idea para minimizar el impacto del sol en la cabeza. Adaptaría a un paraguas dos pequeños ventiladores de pilas que, con el pelo mojado, harían circular aire fresco. En esas estaba mientras escuchaba la radio en el coche. Dejé el invento porque el tema me interesaba. Refugiados. Somalíes aprisionados bajo el inclemente sol de Kenia.

Muchas cosas necesitan, pero de entre todas ellas, se me antoja esencial un pequeño sitio donde descansar, soñar, llorar o quizás morir, a la sombra.