David Lynch impulsó el año pasado una fundación dedicada a la promoción y enseñanza de la meditación trascendental en las escuelas de EEUU. Ultimamente se ha hecho habitual en él referirse a esta práctica como una herramienta valiosísima para refozar la creatividad y la toma de decisiones. Y quién le va a negar a Lynch su condición de autoridad en materia de creatividad. Un maestro, está claro. Cualquiera que haya seguido su carrera sabe que fluyen y fluyen las ideas de su cabeza. Pero tras ver ayer en Venecia su nueva película, Inland Empire , resulta inevitable preguntarse si Lynch, acaso, no ha perdido el control de su desbordante imaginación.

Lynch propone un desafío mayúsculo a sus numerosos fans con Inland Empire . Comparada con esta, Mulholland Drive , su anterior obra, es un sudoku de nivel fácil. Es críptica y laberíntica a más no poder. Un juego quizá sin solución. Quien esto firma confiesa que no se siente capaz de explicar de qué va.

Veamos: hay una actriz (Laura Dern) que logra un papel en una película que parece maldita. Alguien mira llorosa la tele. Irrumpe por ahí una familia cuyos miembros tienen cabezas de conejo. Y un grupo de prostitutas del Este ríen, cantan y bailan.

La realidad se confunde con el mañana y el mañana se confunde con el ayer. El ayer se mezcla con los sueños y los sueños con la realidad catódica. Un lío, embarullado aún más por la constante fluctuación de la identidad de los personajes. Y se supone que todas las piezas de este misterio, al final, encajan. En fin, que había ganas de escuchar a Lynch. A ver si nos ayudaba a entenderle, si es que había algo que entender. "Sí, está pensado para que al final todo cobre sentido", afirmó de forma seca. ¿Le creemos

PREMIO HONORIFICO "Empecé a rodar sin ningún orden y sin saber tampoco de qué iba la película. Fue muy extraño", contó Lynch, que rodó con vídeo digital. "Tenía ideas sobre una escena y sabía que debía ir al principio. Luego se me ocurría otra que presentía que iba al final. Pero me volvía loco porque no sabía cómo encajarlas. Creo en el sentido unificado de las cosas en el universo y al final, un día, todo cobró sentido. De alguna manera, la película se fue revelando a sí misma".

No le pueden dar ningún premio a Inland Empire porque se exhibió fuera de competición. Pero Lynch no se va de vacío de la Mostra de Venecia. Ayer le entregaron un León de Oro honorífico por su carrera.