Amodo preventivo, las autoridades de la isla portuguesa de Madeira --azotada el pasado sábado por un temporal que dejó al menos 42 muertos y las infraestructuras y edificaciones de la isla seriamente dañadas-- decidieron llevar a cabo evacuaciones de ciudadanos ante el peligro de corrimiento de terrenos y derrumbe de edificios.

Una treintena de personas fueron evacuadas en la zona de Ribeira Brava y varias familias fueron igualmente desalojadas en Santa Cruz, cerca de la capital, Funchal. A dos días de la tragedia, los equipos de rescate seguían intentado ayer encontrar vida entre los lodazales y debajo de los cascotes. Igualmente, continúan buscando víctimas mortales, cuyo número podría incrementarse a medida que avance el rescate. Las cifras confirmadas ayer por el Gobierno regional del archipiélago eran de 42 muertos, cuatro desaparecidos, 120 heridos y más de 250 desalojados de sus viviendas.

CRECIMIENTO DESCONTROLADO Las voces de expertos y ecologistas no han tardado en alzarse para denunciar un modelo de desarrollo urbanístico acelerado y desordenado en detrimento de la seguridad y el respeto medioambiental que hubiera evitado la catástrofe. "Lo que ha ocurrido en Madeira es el ejemplo de lo que puede provocar una mala planificación", argumentó ayer Ricardo Ribeiro, presidente de la Asociación de Técnicos de Protección Civil de Portugal.

El experto considera que la construcción de viviendas en zonas inundables y la impermeabilización del suelo por el asfaltado, especialmente en la zona meridional de la isla --las más afectada por las lluvias--, explica la gravedad de los daños que ha causado este temporal.

En el transcurso de los últimos 30 años, Madeira ha experimentado una modernización espectacular gracias, en parte, a los fondos europeos. Funchal, la capital regional, que cuenta con 100.000 de los 250.000 habitantes de la isla, es un destino turístico muy apreciado por turistas del norte de Europa que valoran sus complejos hoteleros de lujo frente al mar. Conocida como "gruyère" por la cantidad de vías rápidas y túneles que salpican sus 57 kilómetros de longitud por 22 de anchura, la construcción masiva en las inmediaciones de los cursos fluviales ha aumentado las consecuencias de la catástrofe.

MORGUE EN EL AEROPUERTO El Gobierno de Madeira, que anunció que no va a declarar el estado de calamidad por la tragedia, ha pedido a los ciudadanos que tengan parientes desaparecidos que acudan al aeropuerto, que hace las veces de morgue, para poder identificar a 18 cuerpos cuyas identidades aún se desconocen.

Mientras tanto, los equipos de rescate trabajaban ayer en el aparcamiento subterráneo de un centro comercial de la capital del archipiélago portugués donde todavía se acumulan toneladas de agua y donde podrían encontrarse víctimas en el interior de los vehículos.