TLtes aseguro que no le tengo ninguna manía a Carod Rovira. Es más, me parecía un señor bonachón, enrollado, que iba al trabajo en tren y la gente que se mueve en transporte público siempre me ha caído bien. Tampoco me parecía mal que descendiendo de Aragón y siendo hijo de guardia civil se hubiera convertido en nacionalista catalán acérrimo y lo de que colocara a su hermano en la Generalitat lo entendía como pecadillo menor: si no miras tú por la familia, ¿quién va a mirar?

El otro día lo vi en televisión debatiendo con Rodríguez Ibarra y me desilusionó. Me pareció un oportunista de discurso manido sin la altura ni la solidez de Ribó, Saura y otros líderes de la izquierda catalana a quienes he escuchado en directo. Pero cuando Carod me hizo saltar del sofá fue con lo del hockey sobre patines: en un acto de lesa tergiversación, acusó al gobierno de mezclar política y deporte para a continuación pedir que ningún organismo catalán apoye la candidatura de Madrid para albergar los juegos olímpicos del 2012. Ahora sí que se ha ganado el rechazo del resto de España y de parte de Cataluña. Porque miren, a mí lo de Cáceres 2016 me parece tan lejano y tan abstracto que no me veo con mis nietecitos yendo a la fiesta para ver a la ancianita Rosa Perales y al tatarabuelo Saponi cortando cintas. Pero si Madrid sale elegida, las obras comenzarán en un par de años y sobre Extremadura va a caer parte del maná del olimpismo en forma de puestos de trabajo, turistas y desarrollo. Así que Carod, cómprate un palo de hockey y piérdete.