Las previsiones meteorológicas gastaron ayer una broma pesada a Cataluña y Madrid. Mientras la primera esperó --con todos los quitanieves a pie de carretera-- una intensa nevada que no llegó a producirse, en la capital se produjo la situación inversa. Una imprevista tormenta de nieve obligó a cerrar por completo casi cinco horas el aeropuerto de Madrid y sembró el caos en las carreteras y calles con más de 400 kilómetros de atascos.

La magnitud del desbarajuste, aumentado por el retraso en la activación de los planes de emergencia, fue aprovechada por el PP para cargar contra el Gobierno, mientras que en un ejercicio de autocrítica poco habitual, la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, admitió que todos los responsables habían fallado, incluida, por supuesto, la comunidad presidida por Esperanza Aguirre. Pasadas las dos de la tarde, la nevada remitió y devolvió poco a poco la calma, aunque en el aeropuerto la reapertura fue gradual y el puente aéreo, por ejemplo, seguía cerrado a las 21.30 de anoche.

BORRASCA DESVIADA Las autoridades y los madrileños se habían despertado con el alborozo de ver caer algunos copos que parecían no tener importancia. La noche antes se habían acostado con una previsión de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) de ligeras precipitaciones de nieve. Pero la borrasca había sufrido un cambio de trayectoria de 50 kilómetros, explicó Angel Rivera, portavoz de esta entidad.

Lo que hubiera sido una nevada sin importancia en el Ebro pilló a Madrid en la hora punta de entrada al trabajo de un viernes, cuando un millón de coches colapsan habitualmente las carreteras de acceso. El caos estaba servido, además, porque las quitanieves y otra maquinaria pesada apenas podían actuar debido a que los coches bloqueaban ya las carreteras. Incluso el AVE a Barcelona tuvo que rebajar la velocidad a los 160 kilómetros entre Guadalajara y Calatayud.

Barajas sufrió la misma imprevisión. Abrió a las seis de la mañana "con un parte de nevada débil", según el secretario general de Transportes, Francisco Palao, y no activó todo el dispositivo hasta que ya era demasiado tarde. Se intentó operar con dos pistas mientras se limpiaban las otras dos, pero la nieve corría más que la maquinaria. A las 11.45 horas se decidió cerrar el aeropuerto por dos causas: la baja visibilidad que producía la incesante caída de copos de nieve y el riesgo de hielo en las pistas.

El caos que se produjo en las terminales fue de los que se recuerdan. No menos de 800 vuelos fueron cancelados, con más de 80.000 afectados. Los aviones que iban a Madrid fueron desviados a nueve ciudades. En los mostradores se vivió lo de siempre: falta de información, largas colas, esperas interminables y nula flexibilidad para reubicar a los viajeros. La situación se agravó, además, por la falta de compensaciones. Las compañías no están obligadas a indemnizar por causas meteorológicas.

AGUIRRE, DE NUEVO En medio del caos, Aguirre, se erigió una vez más en protagonista. Afectada en primera persona al no poder tomar un vuelo a Valencia para entrevistarse con Francisco Camps, retornó primero en su coche y luego en metro hasta la Central de Emergencias 112. Como cuando volvió del atentado de la India, lo primero que hizo fue convocar la prensa, ante la que cargó contra la Aemet: "No era cuestión de poner en marcha las quitanieves a las doce de la noche cuando la previsión era de nevadas débiles. Por eso solo se decretó el estado de preemergencia", se excusó. Desde su partido se pidió la comparecencia de la titular de Fomento por haber "parado Barajas por cinco centímetros de nieve".

La ministra estuvo, en cambio, inusualmente autocrítica. "Hemos fallado todos, nosotros la comunidad, el ayuntamiento, el aeropuerto..." Y coincidió con Aguirre en que uno de los factores del caos fue el error en las previsiones.