El pequeño pesquero había salido a faenar. O eso parecía. Porque en lugar de buscar un banco de sardinas, el barco se dirigió a un punto de encuentro que le había sido indicado y que se encontraba 50 millas mar adentro. Allí, al abrigo de la oscuridad, esperaba una enorme lancha con 4.000 kilos de hachís a bordo que 24 horas antes había zarpado de la costa norte de Marruecos. Tras la toma de contacto se produjo el intercambio. Los tripulantes de la lancha entregaron los fardos de hachís a los pescadores, que a su vez les dieron garrafas de gasolina súper para que la embarcación neumática pudiera regresar hasta la costa de Marruecos.

Varios días después, de nuevo una neumática cargada de hachís se acercó al litoral de Tarragona a la espera de contactar con un pesquero. Sin embargo, la enorme presencia policial en la zona a causa de una manifestación popular por la sequía les llevó a anular el intercambio. Los traficantes decidieron fondear la droga, es decir, hundirla en el mar hasta una mejor ocasión. Esta llegó varios días después, cuando el pesquero acudió a la zona con un buzo a bordo, que se sumergió para subir la mercancía a la superficie.

´OPERACION ISCLE´ Ambos traslados de droga fueron realizados por una mafia marroquí que a finales del año fue desmantelada por la Guardia Civil en el curso de la Operación Iscle . El operativo culminó con la detención de 19 personas y la incautación de 6.000 kilos de hachís.

Durante la investigación, la Guardia Civil descubrió los nuevos métodos de traslado que están utilizando las redes marroquís del narcotráfico para convertir el litoral catalán en zona de desembarco de grandes cargamentos de droga. Lo más llamativo de esos nuevos procedimientos es la creciente participación, sobre todo porque las redes están contratando a pescadores y buzos locales --como ya se hacía en Andalucía-- para que acudan mar adentro a buscar la droga transportada previamente en enormes lanchas neumáticas. De hecho, entre los detenidos en esta operación hay dos pescadores, un buzo y un individuo vinculado con una zona portuaria.

Estos pescadores y buzos cobran a razón de 80 euros por paquete descargado, lo que puede hacer que por un viaje se embolsen entre 60.000 y 80.000 euros.

EL ESTRECHO, VIGILADO El fenómeno es consecuencia de la necesidad de las mafias de intensificar los desembarcos en el Levante y en la costa catalana después de que el Estrecho de Gibraltar haya quedado prácticamente blindado con el Sistema Integral de Vigilancia Exterior, un complejo mecanismo de cámaras térmicas, radares y sensores implantado para luchar contra la inmigración ilegal y que permite detectar cualquier embarcación tan pronto como zarpa de Marruecos.

El método descubierto por la Guardia Civil se inicia en la costa mediterránea de Marruecos, desde donde zarpan enormes lanchas neumáticas. "Emplean lanchas enormes, de hasta 16 metros de eslora, porque el viaje hasta el Levante y Cataluña es muy largo y, por tanto, solo les es rentable si transportan mucha droga", explica el mando de la Guardia Civil que ha liderado la investigación.

Equipadas con hasta cinco motores de 250 caballos cada uno, esas embarcaciones suelen tardar unas 24 horas en el trayecto. "Una vez en tierra, la mayor parte de la droga se distribuye a otros países europeos", cuenta el mando policial, que explica que estas mafias mueve la droga oculta en paquetes que trasladan por mensajería. "Crean una empresa tapadera que remite el paquete a otra empresa tapadera", explica.