Las mafias que se dedican al lucrativo negocio de los matrimonios de conveniencia han encontrado un filón en las bodas por la Iglesia, a la que han recurrido después de que los registros civiles extremaran los controles en los expedientes de quienes pretenden casarse por lo civil. "Las redes aprovechan que la Iglesia realiza menos comprobaciones previas y carece de los instrumentos para verificar si los contrayentes son realmente pareja o si el matrimonio es solo un montaje para que un extranjero consiga regularizar su situación", dice un sacerdote catalán.

Por lo civil, los novios deben tramitar su expediente en el registro antes de la boda y pueden ser convocados a una entrevista con la magistrada en que esta determina si la relación es real. En cambio, en el caso de las bodas canónicas, el expediente llega al registro después de haberse celebrado el matrimonio, con lo que es casi imposible parar el proceso antes de la boda. Antes del enlace, solo es necesario que dos testigos den fe de que los contrayentes se conocen y que no van coaccionados. Además, el extranjero no debe siquiera ser católico, ya que basta con que uno de los contrayentes esté bautizado. Todo se reduce a que el párroco dé el visto bueno para que la boda se celebre.

El fenómeno ha alcanzado tal magnitud que la Conferencia Episcopal ha pedido a los sacerdotes que extremen la precaución antes de casar a parejas con ese perfil.

Esa tendencia ha quedado demostrada con el desmantelamiento por parte del Cuerpo Nacional de Policía de una red que se había especializado en matrimonios de conveniencia celebrados en iglesias y parroquias de toda la geografía española. Los agentes han detenido a 21 personas, 16 españoles y 5 nigerianos --entre ellos dos menores de edad--, que habían logrado organizar matrimonios en iglesias en Castellón, Valencia, Alicante, Zaragoza, Teruel, Tarragona, Madrid, Cuenca, Guadalajara, Zamora, Almería y Murcia. Según la policía, esa red llevaba actuando desde 1999 y organizó unas 400 bodas falsas.

500 POR ADELANTADO La trama cobraba unos 10.000 euros a los extranjeros, sobre todo nigerianos, que acudían a ellos para conseguir un matrimonio que les permitiera regularizar su situación. De ese dinero, la red se quedaba 7.000 y entregaba 3.000 --500 adelantado y el resto tras el enlace-- al español o española que aceptara casarse con el extranjero. A veces, el español que se casaba no era quien decía ser ya que se presentaba con documentación robada.

La red se encargaba de buscar iglesias en las que el control de la documentación exigida para casarse fuera menor. Una vez elegida la parroquia, el cabecilla de la red acompañaba a los contrayentes a su entrevista con el párroco, cuya historia ficticia ensayaban. Para dar si cabe más verosimilitud al enlace, el día de la boda, los miembros de la red acudían a la iglesia haciéndose pasar por testigos y familiares.