La sentencia sobre el crimen de Fago, que condena a Santiago Mainar a una pena de 20 años y nueve meses de prisión, por los delito de asesinato, en concurrencia con atentado a la autoridad, y tenencia ilícita de armas, considera probado que el agente forestal quería matar a Miguel Grima por la "animadversión" que sentía hacia él desde que accedió al cargo de alcalde de Fago.

La sentencia considera, como hechos probados, que en la tarde del 12 de enero de 2007, fecha del asesinato, Santiago Mainar se dirigió al paraje conocido como Val de San Juan, dentro del mismo término de Fago, en donde se hizo con una escopeta de caza que guardaba entre unos arbustos, desde un tiempo no determinado. Se trataba de una escopeta de dos cañones paralelos completos.

El acusado no disponía ni de guía de pertenencia ni de licencia para esta clase de armas. Para cargar la escopeta, recogió un cartucho con nueve postas de plomo de casi un centímetro de diámetro cada una, el cual también tenía guardado a su disposición.

Santiago Mainar "pretendía disparar y matar con el arma a quien era alcalde de Fago desde 1998, Miguel José Grima Masiá, de 51 años, debido a la gran animadversión que sentía hacia él desde que accedió a su cargo y a pesar de que con anterioridad habían tenido una buena relación, a tal punto que Mainar había intercedido de alguna manera para que Grima adquiriera una casa en Fago", relata la sentencia.

ARBITRARIO Y DESPÓTICO

La enemistad tenía su origen en que el acusado, al igual que algunos habitantes de la localidad de Fago, de unos 30 habitantes, entendía que Grima era "arbitrario y despótico en su actuación como alcalde". Las prolongadas diferencias habían dado lugar a enfrentamientos en diversos procedimientos judiciales, tanto en el orden contencioso administrativo como en el ámbito penal.

Durante la tarde del mismo día 12, el acusado, Santiago Mainar, "movido por la idea de acabar con la vida de quien él consideraba un tirano", se dirigió por la carretera de Fago a Majones en dirección Sur provisto de una linterna frontal. Se detuvo a 1,3 kilómetros antes de llegar a Majones, una vez recorridos 11 kilómetros, en un punto que, como él conocía, resultaba "estratégicamente adecuado para esperar y dar muerte al alcalde y para observar con tiempo suficiente los otros vehículos que se pudieran acercar".

PIEDRAS PARA QUE PARARA EL COCHE

Por dicha vía, más bien una pista forestal asfaltada, con el firme deteriorado, con numerosas curvas, sin apenas señalización, Mainar sabía que Miguel Grima iba a pasar con su coche, de regreso de Jaca, tras participar en una reunión con alcaldes de la comarca.

El guarda forestal alineó a lo ancho de la estrecha carretera varias piedras que había encontrado en los alrededores, con el tamaño suficiente como para forzar al alcalde a pararse y a salir de su automóvil, cuando menos por precaución para no causarle desperfectos.

Nada más colocar las piedras, se escondió en la zona del barranco cercano a la carretera para esperar la llegada de la víctima. A las nueve de la noche, pasó por allí, en dirección a Fago, un turismo. Su conductor quitó las piedras que impedían el paso, lo que obligó al acusado a ponerlas de nuevo.

AMPARADO EN LA OSCURIDAD

Sobre las diez de la noche, llegó Miguel Grima. El alcalde tuvo que bajarse de su Mercedes para retirar las piedras que vio en el camino. Cuando estaba volviendo para montar de nuevo en el coche, Santiago Mainar, que había salido de su escondite y se había aproximado a una distancia de entre 5 a 7 metros del alcalde, amparado por la oscuridad y por su posición, le disparó "inopinadamente" un cartucho de postas que impactaron en el hemitórax izquierdo de Miguel Grima, lo que le provocó la muerte de forma casi instantánea por las roturas cardiacas producidas, añade la sentencia.

El cuerpo de Grima quedo tendido en el arcén de la carretera después de recibir las nueve postas que componían el cartucho, las cuales ocasionaron otros tantos orificios de entrada y siete de salida y dieciséis heridas en el hemitórax izquierdo, anterior, lateral y posterior, incluida la axila izquierda, hasta llegar a los pulmones y a la zona abdominal, con afectación visceral e intensa hemorragia interna.

Una de las postas alcanzó la puerta abierta del lado del conductor del Mercedes, y otra, la ventanilla, lo que ocasionó su rotura por estallido y la caída de los cristales a la calzada. La escopeta con la que se cometió el crimen no ha sido encontrada.

LA LLEGADA DEL ÚNICO TESTIGO

Poco después, el acusado observó que desde Majones se acercaba otro coche. Era un todoterreno conducido por Ignacio Bidegáin Alberdi, al cual acompañaban su esposa y su ahijada menor de edad, quienes se dirigían a Fago. Con el fin de no ser identificado y de impedir el descubrimiento del cadáver, Santiago Mainar subió al Mercedes y, haciendo las oportunas maniobras, le dio la vuelta hasta colocarlo en dirección contraria, a fin de ocultar el cádaver.

Cuando Bidegáin llegó al lugar, reconoció el coche del alcalde de Fago y vio a una persona en su interior. Tras detenerse, Ignacio Bidegáin no identificó a Mainar como la persona que se acercó al todoterreno con una linterna frontal en su cabeza para indicar que no pasaba nada y que continuará su camino.

Mainar arrastró el cadáver hasta el otro lado de la carretera y lo arrojó por el barranco, en donde quedó incrustado entre la vegetación de matorrales y arbolado de pinar y carrasca. Después se dirigió con el vehículo del alcalde hacia la carretera N-240, hasta llegar a una pista forestal, dentro del término municipal de Berdún, por la que se introdujo hasta que decidió abandonar el vehículo y ocultarlo entre la maleza. A continuación, el acusado regresó a Fago.