No pudo ser. Las nubes tormentosas que durante la mañana cubrieron el cielo en Cabo Cañaveral hicieron que la NASA decidiera abortar el lanzamiento del Discovery a las 15.40 horas, nueve minutos antes de la hora prevista para el despegue.

No obstante, durante la jornada, los preparativos se hicieron como si la salida fuese a llevarse a cabo. El tanque de combustible del Discovery había empezado a llenarse con oxígeno e hidrógeno líquido, según lo previsto, dos minutos antes de las seis de la mañana en el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral.

Al mediodia, sus siete astronautas habían sido trasladados al transbordador, listos para una misión de 12 días en la que iban a viajar hasta la Estación Espacial Internacional.

Pese a la ansiedad por reemprender el programa de transbordadores, la NASA no está dispuesta a asumir riesgos innecesarios. Y el Discovery y su misión 121 siguen, de momento, sin volar. Hay posibilidades de que condiciones meteorológicas similares a las de ayer impidan el lanzamiento hoy, cuando volverá a intentarse. Y no está claro si la agencia lo intentará mañana o esperará hasta el martes. Su abanico de oportunidades está abierto hasta el 19 de julio. Si no, habrá que esperar hasta finales de agosto.

Este viaje es vital por la necesidad de reactivar, sea como sea, un programa de transbordadores imprescindible para completar la construcción de la Estación Espacial Internacional. Allí el Discovery debe transportar al astronauta alemán Thoma Reiter, el primer europeo que vivirá allí prolongadamente, en concreto seis meses.

Los transbordadores estadounidenses son las únicas naves con capacidad suficiente para transportar los elementos materiales y humanos que hacen falta para acabar de construir esa estación. Dado que la agencia espacial tiene previsto concluir su programa de transbordadores en el 2010, se ha comprometido a realizar al menos 16 viajes antes del 2010, cuando jubilará a las naves Discovery y Atlantis .

Que el calendario presiona, y mucho, lo admite incluso el manager de la NASA, Michael Griffin, que fue colocado al frente de la agencia después de la tragedia del Columbia. Griffin, sin embargo, asegura que la imperiosa necesidad de mantener vivo el programa no ha hecho que se pasen por alto en esta misión los problemas de seguridad.