TMte pregunto qué estamos haciendo mal, por qué a pesar de las campañas informativas, a pesar de las leyes, a pesar de que vivimos en una sociedad menos sexista, a pesar de todo, las mujeres siguen siendo objeto de malos tratos. Pensaba esperanzada que, cuando el proceso educativo y de concienciación calara en los niños, tendríamos una generación de adultos con nuevas convicciones y comportamientos distintos, pero esa idea alentadora se vino abajo al conocer que ha crecido el número de jóvenes adolescentes que son maltratadas física y psicológicamente por sus novios, chicos que por haber nacido hombres se creen superiores a las chicas y les dicen lo que tienen que hacer o cómo vestirse. Estamos hablando de niñas de trece y catorce años que se dejan avasallar. Preguntando el porqué de esta aceptación del dominio del varón me encuentro con una respuesta preocupante. "Son chicas que no saben reconocer esas conductas y piensan que es amor y todo lo aceptan del amado". Las niñas víctimas de violencia dejan a sus amigos, pierden la alegría y acatan las órdenes de sus jóvenes maltratadores. Inquiero a quien sabe del problema sobre el porqué de estos comportamientos. "Quizás no estamos mandando mensajes acertados a la población más joven y sería necesario realizar campañas específicas".

Es posible, no lo sé. Recuerdo, y ustedes recordarán, la intensidad de ese primer amor a través del que todo era filtrado, nada tenía sentido al margen de esa primera pasión que explicaba por sí sola la existencia del universo. Triste que el hermoso amor adolescente se convierta en escuela de alienación para una niña que puede quedar incapacitada para degustar los sutiles e intensos sentimientos que envuelven a la mujer durante su vida.