TUtn investigador canadiense ha descubierto el dinosaurio más pequeño del mundo, una bestia de 70 millones de años del tamaño de una gallina. El investigador anda ahora preguntándose quién era y de qué vivía este bicho tan peculiar. Yo me pregunto qué se preguntaría el pobre cada mañana siendo tan pequeñito y viviendo como vivía en un mundo de diplodocus. No me digan que no es para deprimirse. Imagino a su mamá tratando de consolarle porque en el recreo los tiranosaurios le quitan el bocadillo y le llaman Mediopalmo y Torrebruno. Imagino a la mamá argumentando: "no te preocupes, hijito, el día de mañana, de aquí a cinco millones de años, estos grandullones se habrán extinguido y la felicidad se pondrá a nuestra altura". Pues mire usted, señora: un excremento así de grande, como el Jurásico. Llegó el día de mañana y se zampó por igual a los dinosaurios gigantes y a los pequeñitos. A los explotados y a los explotadores. La historia, mal que nos pese, siempre acaba haciendo borrón y cuenta nueva. ¿Es o no es para cagarse en el día de mañana? Yo, por mi parte, le tengo una tirria que no lo puedo ni ver. Desde que tengo uso de razón vengo escuchando que el día de mañana acabaremos con ETA; que el día de mañana pondremos en su sitio a los corruptos; que el día de mañana no habrá ricos tan ricos que lleven en la matriz de sus talonarios la salud del mundo, ni habrá pobres de pedir. Pero hoy no va a poder ser; vuelva usted mañana. Y en estas llega el científico Stephen Hawking y suelta que será muy difícil evitar un desastre en el planeta en los próximos cien años. ¿Y para eso le hemos dado el Príncipe de Asturias, para que nos fastidie el día de mañana? Menos mal que nadie le hace caso. Total, para qué, si sólo es un sabio.