TEtn el resto de España está quien anda como desmadejado, quien camina envarado, quien marcha erecto y quien corre más que anda. En Extremadura, no. Aquí, lo de andar entraña sus complejidades. Para estas cuestiones lindantes con la sabiduría popular, suelo recurrir a mi suegra, docta señora que califica con una precisión certera y definitiva los andares de la humanidad. Así, quien camina sacando pecho, elevando la barbilla, desprendiendo ufanía y enviando continuamente mensajes del tipo a mí no me tose nadie, es desarmado por un dicho popular que lo caricaturiza. De ese personaje chiquinino, chulino y bien plantaíno dice mi suegra que anda como un gallino Pepe y no he conocido manera más eficaz de quitar prosapia e importancia.

Luego está quien camina siempre deprisa, o mejor, deprisina, con las piernas algo cortas y la barbilla y el torso adelantados, como si así pretendiera llegar antes a los sitios. De él, las comadres dicen con maldad certera que anda como un pollo perdiz. En esta casuística de los andarines, llegamos al que camina casi sin doblar las piernas, con los hombros rectos, a pasitos cortos y rápidos, con el cuello enhiesto y la cabeza tiesa. ¿Cómo anda ese señor según las sentencias tradicionales extremeñas? Pues como si se hubiera tragao una percha. Más gráfico imposible. Para acabar, un símil referido a las mujeres, en concreto a esa chica grande que camina deslavazada, con gran aspaviento y como si estuviera desordenada, inconexa y superada por los acontecimientos. En fin, dícese de ella que anda como una jaca espantá