Fueron casi cinco horas interminables. Con mucho calor y en medio de un túnel. El maquinista Pedro Folch permaneció todo ese tiempo con las piernas atrapadas entre los hierros de su cabina destrozada, mientras los equipos de rescate se desvivían por sacarlo con vida. Médicos y enfermeros del 061 se esforzaron en mantener sus constantes. Le administraron suero y expansor de plasma para impedir un shock hipovolémico. Y le suministraron morfina para el dolor. Dos enfermeras, de bomberos y del 061, no dejaron de hablarle.

A sólo unos centímetros, pero sin que el herido pudiera verlos, trabajaban dos equipos de los bomberos cortando la chapa del convoy. "El problema es que la chapa de una máquina de tren es mucho más resistente que la un coche", explicó un técnico.

Folch ingresó en grave estado en el Hospital Vall d´Hebron, con las cervicales y la espalda inmovilizadas para evitar posibles lesiones medulares. Los médicos confían en que se recuperará y que salvará sus piernas. Gracias al esfuerzo de todos.