Todo ocurrió muy rápido. Un camión cisterna cargado de gasolina volcó el sábado por la noche en una carretera próxima a la localidad de Molo, a unos 140 kilómetros de Nairobi, la capital de Kenia. Los vecinos de esta localidad rural, gente con muy pocos recursos económicos, se lanzaron con bidones al asfalto para hacerse con el máximo de litros posible.

De repente, el camión explotó y se llevó por delante la vida de 111 personas, la mayoría mujeres y niños, según datos de la Cruz Roja Internacional. Los heridos son más de 200.

"He perdido a tres de mis cuatro hijos, y el otro está en un hospital herido de gravedad", explicaba ayer una mujer. "Todo el mundo gritaba y la mayoría huían con el cuerpo en llamas", contaba un joven.

Los hospitales de la zona no dieron abasto para atender a las decenas de heridos, y algunos de ellos fueron trasladados en helicóptero hasta la capital. Fuentes médicas aseguraron que muchos de los muertos quedaron completamente carbonizados y no podrán ser identificados.

Las autoridades de Kenia calificaron el incidente de "auténtica tragedia nacional" y abrieron una investigación. Algunos testigos dijeron que la explosión se produjo cuando alguien tiró un cigarrillo encendido.

El primer ministro, Raila Odinga, se refirió a la pobreza que reina en algunas partes del país y que, según dijo, "arrastra" a la gente "a llevar a cabo actos desesperados". En todo caso, volvió a quedar en evidencia la falta de respuesta de las autoridades ante una tragedia de este tipo.