Y el Papa habló. Cuando ya había pasado más de una semana desde que su rehabilitación de cuatro obispos lefebvristas --en especial, la del antisemita Richard Williamson-- provocase una ola de indignación en todo el mundo, cuando al Vaticano acababa de llegar una carta del Gran Rabinato de Israel, la máxima autoridad religiosa del Estado judío, en la que se anunciaba la congelación indefinida de las relaciones con la Santa Sede, Benedicto XVI, en audiencia pública, renovó ayer su "plena e indisoluble solidaridad" con el pueblo judío. No consiguió que los vínculos con el órgano israelí volvieran a su cauce, pero al menos aplacó algo el malestar.

Tras escuchar las palabras de Joseph Ratzinger, el Rabinato las consideró un "paso adelante" para la solución de una crisis que sigue abierta porque la condición que puso para reanudar los vínculos con el Vaticano, y acudir a la reunión fijada para el próximo marzo con la comisión de la Santa Sede para las relaciones con los judíos, aún no se ha cumplido. En su misiva, el Rabinato dio por suspendidas las relaciones hasta que reciba "disculpa pública de Williamson y este se retracte de sus deplorables manifestaciones". El escrito estaba dirigido al cardenal Walter Kasper, y en él se pedía "que se aclare el asunto".

Este organismo israelí es una suerte de equivalente a la Conferencia Episcopal en España, aunque su poder es mucho más amplio. Controla numerosos aspectos de la vida privada de los israelís, desde el matrimonio y el divorcio hasta las pautas alimenticias, según la ley mosaica.

EL ASPECTO MAS "VULGAR" Desde que el alemán Ratzinger tomó las riendas del Vaticano, las relaciones con Israel no han dejado de empeorar. La rehabilitación de Williamson, quien la semana pasada negaba en una entrevista con la tele sueca el genocidio nazi y la existencia de las cámaras de gas, ha sido la última chispa.

Para el escritor Elie Wiesel, premio Nobel de la Paz y superviviente del Holocausto, el Papa Benedicto XVI ha dado crédito "al aspecto más vulgar del antisemitismo" al devolver al seno de la Iglesia a un negacionista.