"Me gustaría participar en una asociación que ayude a gente con limitaciones parecidas a las mías o trabajar con niños", asegura Míriam Alonso a Europa Press. Ayer se cumplió un año desde el trágico día en que la joven extremeña fue arrojada a las vías del metro por otro pasajero mientras esperaba en el andén para volver a su casa en Fuenlabrada. Tras ser arrollada por uno de los trenes, perdió su pierna izquierda a la altura de la ingle.

Aquel 4 de octubre del 2005, Míriam regresaba de la oficina cuando tuvo lugar el trágico suceso. Desde entonces, no ha vuelto a trabajar y la gestoría donde estaba empleada no le ha renovado el contrato, entre otras cosas porque aún no está recuperada y nadie sabe cuánto durará su rehabilitación. Eso sí, cuando termine, quiere dedicarse a ayudar a la gente que comparte sus limitaciones o a los niños.

La vida cotidiana de Miriam durante los últimos meses se ha trasladado a las consultas médicas y los centros de rehabilitación. Su jornada comienza con un viaje en ambulancia desde Fuenlabrada hasta el centro de Madrid, donde recibe la rehabilitación durante la mañana. Vuelve a casa casi a la hora de comer con su madre, para luego descansar un rato. La tarde se le va en charlar con sus amigos, los ratos delante del ordenador y algún paseo por el barrio.

Un año después, Míriam no recibido indemnización alguna ni del Metro ni del Gobierno regional por lo sucedido, solo un dinero de la Fraternidad pero que es "muy poco", aseguran. Tampoco les ha llegado notificación alguna sobre el juicio contra el joven que la arrojó a las vías.

No obstante, les han concedido un piso del Instituto de la Vivienda de Madrid; una gran ayuda para su familia, ya que la casa en la que viven es de alquiler. Además, la madre de Míriam tuvo que dejar de trabajar para cuidarla, por lo que solo cuentan con los ingresos de su padre, que se encuentra en Extremadura.

Pero el piso es, ante todo, un primer paso para que Míriam sienta que ha recuperado una parte de la independencia perdida. El siguiente es seguir adelante con las pruebas para valorar si podría usar una prótesis para la pierna que perdió y volver a caminar sin ayuda de sus muletas.

A pesar de su entereza, reconoce que hay días en los que recuerda el accidente y sufre "un bajón". "Lo que me ayuda es pensar que sigo aquí y que tengo a mi familia y a mi novio, y eso me da fuerzas", concluye.