"Me han arruinado la vida", confiesa el ecuatoriano Estuardo Roberto Espinales después de pasar tres años en la cárcel por una violación que no cometió. El Tribunal Supremo le absolvió por falta de pruebas después de que la Audiencia de Las Palmas le condenara a ocho años de prisión porque no tuvo en cuenta las pruebas de ADN que negaban su participación en ese hecho.

Espinales intenta rehacer su vida junto a sus dos hermanos mayores en Fuerteventura. El pasado 24 de mayo salió en libertad de la cárcel de León. Allí le entregaron billetes de tren y de barco para trasladarse a la isla canaria. Sin embargo, en cuanto puso los pies en la calle, fue detenido por no tener papeles, por lo que pasó un día en el calabozo. Por ello, no pudo utilizar los pasajes y su hermana le envió a casa de una amiga a Madrid y viajó hasta la capital para llevárselo a Fuerteventura.

La primera semana la pasó sin hacer nada. Luego empezó a trabajar en una obra de forma ilegal, aunque ahora intenta regularizar su situación como han hecho sus hermanos. "Perdí esa oportunidad por estar en la cárcel" , afirma.

Trabajo en el zoo

Espinales llegó a España en el 2003. En Fuerteventura encontró trabajo en un parque zoológico donde fue detenido por no tener los papeles en regla. Sin embargo, cuando llegó a la comisaría le informaron de que estaba acusado de violación. "Me hicieron pruebas y les expliqué que no era tan estúpido para hacer eso y continuar en mi puesto de trabajo".

Nadie le creyó. La jueza le mandó a la cárcel tras practicarle nuevas pruebas que fueron analizadas por el instituto nacional de Toxicología y que concluyeron que Espinales no tenía relación con la violación que había sufrido Lucía Mínguez el 19 de mayo del 2003.

"En la cárcel me pasé tres años escondido y ocultándome. En todo ese tiempo, solo tuve dos amigos", aclara. En su periplo carcelario por las prisiones de Lanzarote, Las Palmas, Topas (Salamanca) y León fue objeto de malos tratos e insultos por parte de los otros internos.

"Me gritaban violador, me pegaron y tuve peleas", cuenta. Durante ese tiempo no recibió la visita de su abogado. Tan solo contaba con el apoyo incondicional de sus hermanos, que nunca dudaron de su inocencia. Espinales no se atreve a acusar a los jueces que le condenaron de haber actuado por racismo. "Pero en la cárcel vi que los españoles no esperaban dos años para que se celebraran sus juicios".

Sin embargo, no guarda rencor y mantiene una esperanza: "Que algo bueno salga de todo lo malo que he vivido". Asimismo, siente lástima por la víctima. "Le hicieron un daño tremendo", reconoce. Y niega que él pueda cometer una violación. "Mi madre es una mujer y todas las mujeres merecen un respeto. Además, fue una mujer la que me dio a mí un hijo", dice.

Dinero a la suegra

Lo que más le preocupa ahora es ganar dinero y enviárselo a su suegra, que cuida en Ecuador de su hijo de cuatro años. La madre del pequeño también ha emigrado y trabaja ahora en Italia. "No me dejan hablar con el niño porque no me creen y no puedo volver a Ecuador con las manos vacías", narra Estuardo.

No ha vuelto a probar una gota de alcohol. "Todo empezó por una copa", sostiene. Por eso ahora ha optado por practicar deporte. También admite que los tres años que ha pasado en la cárcel le han cambiado los sentimientos. "No creo en nadie", confiesa. Y confía en ganar la reclamación que va a presentar por funcionamiento anormal de la justicia.