El público de Plasencia siempre ha sido muy generoso. Esa invitación a los toreros a saludar cuando se rompe el paseíllo ya anuncia a las claras la predisposición. Ayer se pasearon muchas orejas y alguna de poca monta, pero es quien paga quien lo pidió, y si El Fandi no paseó el rabo del cuarto es porque el presidente se puso en su sitio. Habría sido un premio desorbitado a una faena vulgar en extremo, aunque con mucho eco en los tendidos.

En la corrida de Jandilla hubo de todo, predominando lo bueno. De presentación bajaron mucho tercero y quinto. Hubo un toro bonito de verdad, el sexto, al que siguió en cuanto cuajó el segundo. Después el lote de El Fundi , un punto alto y cariavacado el primero, y alto y estrecho de sienes el cuarto.

En cuanto a romper a embestir, lo hicieron de verdad primero y cuarto, por lo que al granadino David Fandila le tocó la lotería. También el segundo y el quinto, porque ambos cayeron en manos de Manzanares, mientras que el lote de Miguel Angel Perera fue malo sin paliativos.

Lo mejor del toro que abrió plaza fue que tuvo fijeza y que se movió mucho, repitiendo con celo las embestidas. Lo menos bueno era que le costaba humillar. En conjunto era un animal de triunfo, al que El Fandi recibió con el capote en lo que fue un gazpacho, pues entró en él con una larga de rodillas, verónicas, chicuelinas y media verónica de remate también de hinojos. Todo a velocidad de vértigo.

En banderillas el astado se movió bien y Fandila estuvo espectacular. En la muleta iba mejor por el pitón derecho y, salvo una serie al natural, fue por donde hizo el torero la faena. Muchos pases y ninguno para el recuerdo, para llegar a lo infalible, los molinetes de rodillas en los terrenos de sol, que también hay que saber qué es lo que le piden a uno. Tras una buena estocada, eso sí, El Fandi paseó dos trofeos.

El cuarto fue el mejor de la corrida, y ya en el capote de El Fandi metió bien la cara. Estuvo en su línea en banderillas el torero, cuando ya el toro cantaba que se iba a venir arriba, como así fue. Pronto comenzó el recital de pases a destajo del diestro, ya en el inicio de faena, cuando a los toros hay que enseñarlos a embestir. Pero ese toro lo hacía solo, y siguieron dos tandas en redondo con la diestra en las que se cumplía eso que una cosa es torear y otra dar pases. El Fundi los daba.

Siguió la buena tónica del jandilla, ahora al natural y después con la diestra, hasta que ya el animal se aburrió y comenzó a protestar. Pero entonces llegó el remedio de los molinetes de rodillas y los desplantes también de hinojos dando la espalda. Total, que otras dos orejas, con fuerte petición de rabo.

José María Manzanares sorteó un primer toro que por hechuras no podía fallar y que galopó de salida. Pero se dañó al dar una vuelta de campana. El alicantino inició con mucha suavidad el trasteo, pronto en los medios ante un burel que se reveló noble y repetidor pero al que no había que atacar en exceso. Por eso las series eran un punto cortas, pero muy expresivas, con esa majestad que este artista imprime a su toreo.

El quinto era un burraquito, muy chico pero bien hecho. Se le picó en exceso y el animal embestía en el último tercio muy desigual: lo mismo tomaba bien el engaño, que perdía las manos o se defendía. El mérito de Manzanares es que acabó encontrando el buen fondo del toro porque las premisas que empleó fueron las correctas: firme en el sitio el torero, firmeza también en los toques, temple al correr la mano y puesta la muleta entre pase y pase.

Sabiamente cambiando entre las tandas de pitón, consiguió una faena bella en diversos momentos que nadie esperaba.

El lote de Perera no se prestó al lucimiento. Su primero se movió mucho pero lo hizo sin emplearse y sin clase. Tenía un mal final del muletazo porque salía con la cara alta. Dejaba estar pero en la faena del extremeño no pudo haber unidad ni lucimiento.

El sexto fue lo que se conoce como mulo. Era un manso de libro que salía distraído y volviendo la cara. Le encontró el terreno Perera y le sacó alguna serie meritoria pulseando la embestida.