PLAZA: Media entrada en tarde de mucho calor.

NOVILLOS: Cinco de Fuente Ymbro, bien presentados, bravos y encastados, y uno, en sexto lugar, como sobrero, de Herederos de Bernardino Píriz, complicado.

NOVILLEROS: Franciso José Palazón, silencio y oreja. Miguel Angel Perera, oreja y oreja con dos vueltas al ruedo tras fuerte petición después de un aviso. Antonio Joao Ferreira, oreja y ovación.

Vaya tarde de toros, en este caso de novillos, gracias al excelente juego de los de Fuente Ymbro. Ricardo Gallardo volvió a soltar un encierro bravo, encastado y de esos que hacen disfrutar al aficionado. Pero es que, además, apareció una vez más ese novillero que apunta a llegar a lo más alto, llamado Miguel Angel Perera. Se le escapan los triunfos sonoros por culpa de la espada y los novillos se llevan las orejas puestas por el mismo motivo. Pero no soy de los que cuentan los trofeos. Al salir de una plaza tengo que mirar las notas para recordar el balance que aparece en la ficha, y es que en el caso de toreros como Pereda, los números no importan.

Ayer pudo salir de Olivenza con tres orejas y un rabo, más que merecidos, pero lo importante fue contemplar la maravillosa pasmosidad con que anduvo ante los dos de su lote. No llegó a ser redonda la faena al segundo de la tarde, en la que sí hubo muletazos de extremada largura y profundidad, pero en el quinto fue una locura. Abrió su faena en los medios, dio incontables pases cambiados por la espalda enlazados con los de pecho, todo con una quietud y verticalidad asombrosas. Después, su personalísima ejecución del toreo. Pureza, verdad en todo, y sobre todo distinción. Porque este es un torero distinto a todos y parecido sólo a uno, ese espejo de Galapagar en el que se mira. Enloqueció al público de Olivenza, que aplaudía hasta romper las manos y se levantaba de los asientos ante tanto derroche de buen torero.

Debutaba con picadores el portugués Ferreira y pasó el examen con un aprobado alto. Banderilleó a sus dos novillos con buenas formas, sin alardes y estuvo firme, valiente y quieto ante el tercero. Con el sexto, complicado, al joven luso le vino grande la prueba. Palazón tuvo dos novillos bravos y no se acopló con ninguno.