Miguelín Murillo, muchos años de novillero, ha sido un ejemplo de constancia y amor a una profesión hermosa como ninguna otra. Que tenga mucha suerte en su nueva andadura le deseamos de corazón.

Ayer, tras doctorarle Enrique Ponce, no lo tuvo fácil porque sus dos toros resultaron deslucidos. Con acusada querencia a los tableros su primero, con Ferrera alternó en banderillas, con alguna desigualdad al clavar pero con ganas de agradar. En la faena, firme y decidido, logró unas tandas ligadas y hubiera cortado algún trofeo si no hubiera sido por el mal uso del descabello.

El sexto fue un toro con cuajo. Con éste tuvo mucho mérito todo lo que hizo Miguelín. Ya de salida, lo cuajó con el capote a la verónica, lances que le salieron limpios además de pasarse muy cerca al toro. Después, en banderillas, el de Alcurrucén se le vino con transmisión y fue un tercio muy brillante, especialmente con un muy arriesgado par al quiebro clavando al violín. Pero ahí se acabó el fuelle del astado, pues se paró en la muleta, aunque el torero, muy decidido, le sacó algunos muletazos con la premisa del aguante y la decisión. Cortó las dos orejas que le sirvieron para acompañar a Ferrera por la puerta grande.

FERRERA A GRAN NIVEL

Antonio Ferrera tuvo el único ejemplar con buenas condiciones. Fue bravo a lo largo de toda su lidia y tuvo una bella muerte en el centro del platillo, donde mueren los bravos. Con él estuvo bien de verdad el diestro extremeño. Espectacular como siempre en banderillas, pero mucho mejor con la muleta, porque dio cuenta de una suficiencia técnica y una madurez envidiables. Antonio citaba al bravo con la muleta adelantada a la distancia justa; se lo traía despacio, lo llevaba largo y, tras rematar el pase, le dejaba la muleta puesta para ligar. Eso en una primera fase del trasteo, pues después, en la corta distancia y de uno en uno, sacó muletazos estimables.

El quinto resultó deslucido, porque sin entrega tomaba los engaños con desgana. Estuvo digno Ferrera y completó la tarde al sumar un tercer trofeo.

Ponce tuvo un inválido y deslucidísimo cuarto. Tampoco fue un dechado de virtudes su primero, que hizo cosas feas, pudiendo arrollar al torero. Pero, sorprendentemente y porque el valenciano le fue llevando al comienzo de faena, rompió a embestir, lo que aprovecho el diestro para sacarle tandas en redondo cadenciosas y bellas antes de que comenzara a protestar y a ir a peor. No estuvo acertado con la espada y sólo pudo saludar.