TTtodo es argumentable. Solo hace falta una mente reflexiva y la decisión de alcanzar un objetivo. En tiempos no electorales a los ciudadanos nos da tiempo a analizar los mensajes y discernir entre la maraña de los argumentos, pero metidos en campaña la cosa se complica. Los mensajes nos llegan rápidos, calientes, recién salidos de la maquinaria de los partidos a pleno rendimiento. Estamos en tiempo de cosecha. Lo importante es captar electores, cuantos más mejor, con promesas e ideas que en unos casos desconciertan a los fieles y en otros tienen como objetivo sembrar confusión haciendo creer que todos pensamos igual, que componemos una sociedad de escasas tonalidades a la que solo interesa la gestión. Ambos planteamientos son erróneos. Demagógica e inútil me pareció la propuesta de Zapatero de los 400 euros. Poco arreglaba, en el cómputo anual, el bolsillo de los ciudadanos y pensé que mejores destinos había para esos fondos. Perpleja aún por ese anuncio, que las posteriores explicaciones no me consiguieron aclarar, continué recibiendo los impactos de las píldoras electorales. Y oí también a Rajoy . No era una propuesta sino una idea, con formato de frase-cebo, que lanzaba en lo que los analistas llaman el caladero electoral de los indecisos. "Los españoles no son ni de izquierda ni de derecha" decía el candidato popular. Sencillamente es una aseveración falsa hasta lo más profundo de su raíz. No todos concebimos la acción política de igual forma porque no todos miramos y sentimos al otro de la misma manera. Esa es la cuestión. Inmigrantes, parados, mayores, dependientes-y las políticas que elegimos con nuestro voto representan esa distinta manera de mirarlos.