Es malo no hablar. Al menos eso es lo que ha ocurrido en un viejo convento italiano de clarisas habitado ya sólo por tres monjitas mayores, las hermanas Anne-Marie, Jean Baptiste y Liliana , la madre superiora. Según parece, las tres se enzarzaron en una pelea a golpes que terminó con la superiora en el hospital. Anne- Marie y Jean Baptiste aseguran que todo se ha debido a que "la vida dispersa" de Liliana les impedía concentrarse en sus tareas. Lo que me provoca más curiosidad en todo esto es cómo pudieron llegar a las manos sin que mediara comentario alguno, ya que esta austera orden tiene voto de silencio. Tuvo que ser por los gestos o las miradas dispersas. Me imagino a Anne Marie mordiéndose la lengua para no romper el voto de silencio, abriendo y cerrando los ojos con fuerza y pensando: "como me vuelvas a mirar mal te voy a dar estopa hasta maitines". La superiora respondiendo con un gesto disperso del dedo corazón: "tú y cinco como tú de otra congregación". Y la hermana Jean Baptiste mirando de reojo como diciendo: "cualquier día te monto un referéndum". Y el ambiente caldeándose día tras día sin que nadie pudiera dialogar ni explicarse, porque lo mismo todo empezó por un pestañazo a destiempo o un gestito de nada y la cosa fue creciendo hasta convertirse en un calvario y terminar en un rosario de golpes. Pensándolo bien, muchos de nuestros políticos sólo se diferencian de las clarisas italianas en que no tienen voto de silencio. Son dispersos, no dialogan, no se escuchan y se mantienen firmes en su postura. Igualitos que la madre superiora. Mientras que Anne-Marie y Jean Baptiste se han trasladado a otra comunidad, Liliana se ha atrincherado en el convento, del que no quiere salir, y es imposible discutirlo con ella porque se ha negado a romper el voto de silencio.