Puedo entender que existan las misas y los rebeldes, pero me cuesta comprender que existan las misas rebeldes. Resulta conmovedor que un ateo como Pedro Zerolo y un católico de media jornada como José Bono acudan en santa comunión a la parroquia de San Carlos Borromeo para meterle un dedo en el ojo al cardenal Rouco Varela . Ahora que el incombustible Gallardón ha hecho de Chueca su feudo arco iris, Zerolo ha tenido que mudarse al barrio de Entrevías, donde, al parecer, tres curas rojos mantenían línea directa con Dios celebrando misas en las que leer el Corán, fumar, comer o saltarse los oficios de la Semana Santa estaban a la orden del día. O sea que no tenía razón Nietzsche cuando decía que Dios ha muerto. Nada de eso, tan solo estaba dormido en San Carlos Borromeo esperando que el rojerío lo despertara con sus heterodoxas plegarias. El exministro Bono, caracterizado ad hoc como la madre Teresa de Calcuta , le ha puesto la guinda al pastel. Dice que "si Cristo estuviera hoy en la Tierra también estaría con la gente más pobre". (¿Y por qué, siendo creyente, utiliza el condicional "estuviera"?). Malicio que si Cristo anduviera entre estos pobres mortales se volvería a morir, esta vez de risa.

Para encender los fuegos artificiales, y para recordarnos de paso que la vida es puro teatro, también acudieron a la ofrenda los actores Willy Toledo, Melanie Olivares y Alberto San Juan . Y así están las cosas: los actores, que hacen política; los políticos, teatro; y los curas, que hacen las dos cosas: política y teatro. Creo que seguiré fiel a mi tradición de frecuentar las iglesias sólo cuando están vacías.