TSton lo más codiciado de la Feria Internacional del Turismo. Hay quienes hacen cola, sortean controles y engañan a vigilantes de seguridad por hacerse con una de ellas. Son las bolsas que se regalan en las presentaciones y ruedas de prensa a los asistentes. Estoicos visitantes soportan charlas soporíferas sobre desarrollo sostenible o proyectos Leader y Proder que ni les van ni les vienen. Pero para ellos vale la pena: salen de la sala de conferencias con esa bolsa en la mano y una sonrisa de satisfacción. Se ha corrido el rumor de que hay maravillosos tesoros en su interior y no me refiero sólo a los excelentes folletos que editan diputaciones e instituciones.

No sé si voy a destrozar un mito, pero yo os voy a contar mi botín de este año: pelota antiestrés azul, otra pelota antiestrés con la forma de Puerta de Palmas, gorrito rojo, extraño lápiz que parece un cable eléctrico con goma (de borrar), un pin, dos caramelos, una pastilla de jabón de aceite, un minibote de pimentón, saquito con hojas de olivo, y un cuelgamóvil universal. ¿Merece la pena tragarse esos tostones por esto? Pos no.

Lo que sí es un misterio son las palabras que intercambió Isabel Gemio con el consejero de Economía cuando entró en el pabellón. Alguno palideció al escucharlas. Lo cierto es que no quiso sentarse en la rueda de prensa. No quería que su imagen apareciera con el rótulo Junta de Extremadura al fondo. Así que la Fitur está llena de misterios por resolver: bolsas turísticas por la mañana y viacrucis por las noches. Refrán: A Fitur va mucho penitente que después sale sonriente.