El auge desmedido de las noticias falsas en las redes sociales empezó con la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos pero tiene visos de alargarse mucho más que su mandato. La consultora Gartner sostiene en su último informe de 'Predicciones Tecnológicas para el 2018' que en el 2022 el público occidental consumirá más noticias falsas que verdaderas y que no habrá suficiente capacidad ni material ni tecnológica para eliminarlas.

Si los filtros que se ponen solo consisten en etiquetar las noticias de forma automática, advierten en Gartner, la tarea es titánica porque entre otras razones, la mente humana muestra más reticencia a cambiar sus opiniones que a aceptar algo que es mentira. Además, “el coste de producir falsas noticias es muy inferior al de producir noticias de verdad, que implica un trabajo periodístico”, justificaba el analista Magnus Revang, este martes en Barcelona.

La creación de este tipo de bulos, además, suele estar automatizada, o se beneficia de los criterios de la inteligencia artificial que aplican las redes sociales para expandirse. Los algoritmos de Facebook o Twitter aprenden a quién seguimos y qué tipo de información primamos para favorecer unas noticias sobre otras. Esto tiene como implicación, explican los expertos, que cada vez se restringe más el espectro ideológico de la gente o las cuentas con la que interactuamos, y que aceptamos más fácilmente lo que se nos cuenta.

Redes neuronales avanzadas

La capacidad tecnológica para crear bulos, además, va en aumento. Investigadores de Nvidia de la Universidad de Aalto (Finlandia) han logrado generar rostros que parecen reales pero que no se corresponden con nadie. Y lo mismo, con objetos y paisajes. Lo han hecho con un tipo de red neuronal llamada red generativa adversarial (Generative Adversarial Network o GAN), que es capaz de aprender más con cada vez menos intervención humana. Las aplicaciones de esta tecnología, todavía incipiente y con errores, y en principio destinada a videojuegos o entretenimiento, a la industria del bulo son grandes.

Pero no hay que ir tan lejos. Adobe, los creadores de Photoshop y la mayoría de programas de efectos especiales y realidad virtual, ha aplicado inteligencia artificial a sus productos y permite, incluso en su versión doméstica más asequible (unos 60 euros) intercambiar detalles de una foto a otra de forma casi automática y crear imágenes trucadas muy fácilmente. Pero lo que permite solucionar fallos en el álbum familiar, en peores manos puede ocasionar desastres.

Las redes sociales tampoco ayudan. El pasado mes de mayo, varias empresas lanzaron la iniciativa Fake News Challenge para desarrollar un sistema de inteligencia artificial que pudiera discriminar lo que era cierto de lo que no, pero no llegó muy lejos.

Experimentos fallidos

Tampoco Facebook ha tenido que echar atrás un experimento en el que presentaba primero los comentarios que contenían la palabra #Fake (falso) ante las críticas de los usuarios, que veían cómo se distorsionaban las conversaciones. Tampoco parece haberle funcionado los intentos por incluir la colaboración de consorcios y organizaciones que luchan contra las noticias falsas, como PolitiFact, Snopes o factcheck.org, que tenían que etiquetar los bulos. Automáticamente, la pieza etiquetada veía reducida su aparición en los muros de los usuarios hasta un 80%. Pero según Bloomberg, recabar dos etiquetas que marcaran las historias llevaba una media de tres días y en ese tiempo la historia ya había corrido.

En Chrome, el navegador de Google, hay extensiones que identifican las noticias calificadas como falsas en Snopes y otros servicios. Y van surgiendo iniciativas comerciales y voluntarias para luchar contra la impunidad del rumor.

Desastre en las bolsas

"De repente hay una carrera entre humanos y máquinas, unos produciendo noticias falsas y los otros etiquetando, que van a perder los humanos porque la calidad de las noticias falsas es cada vez mejor. Espero que nos equivoquemos en esto, pero solo va a empeorar", afirma Revang. "A la gente le gustan las noticias falsas. Como ha demostrado el clima político en EEUU, la creación y el consumo de contenido que no se puede verificar (y en muchos casos solo se puede negar) no ofende a la gente como podría pensarse. Muchos prefieren información que se adapte a sus creencias o sesgos. Como uno puede imaginar, el uso de información que es fiable solo si confirma sus propios sesgos es una pesadilla competitiva para muchas empresas", señala.

La consultora advierte de que el próximo año podrían verse movimientos en las bolsas mundiales o crisis políticas de relieve por culpa de un rumor o noticia falsa, y alerta a las empresas a defenderse para luchar contra ellos.