Trabajo tienen los sociólogos para interpretar lo que sucedió ayer en el vestíbulo principal de la estación de Cercanías de Atocha. Unos 200 jóvenes que habían sido citados por internet y SMS se quedaron paralizados a las 20.30 horas en punto ante la mirada estupefacta de los viajeros, que no entendían lo que estaba pasando. Pero no eran los únicos. Muchos de los participantes en esta singular movilización --arte por sorpresa-- importada de EEUU tampoco acertaban a explicar por qué se habían congelado durante cinco minutos. Solo comentaban que les parecía "curioso", "original", "divertido" o "participativo".

La aguja larga del reloj de la estación madrileña apuntaba al seis cuando un estruendoso silbato dejó a todo el mundo petrificado. El vestíbulo se convirtió de repente en un cuadro surrealista donde predominaban las escenas de amor y camaradería. Había gente abrazándose, besándose y acurrucándose. Pero también había quien simulaba un tirón de bolso o una inesperada caída al suelo. Un joven, en posición de malabarista, mantenía el codo empinado con una CocaCola en la boca, mientras que otro permanecía agachado atándose los cordones. Cuando llevaban cinco minutos hibernados, un sonoro golpe de silbato les devolvió a la vorágine diaria en medio de gritos y aplausos.

La moda de convocar a la gente por internet para acudir a un lugar público y hacer cosas sin mucho sentido se encuadra dentro de lo que se llama flashmob (en español, multitud instantánea). Este movimiento, que carece de líderes aparentes, dio sus primeros pasos en Nueva York de la mano de un colectivo de actores denominado Improv Everywhere. Ellos fueron los primeros que convocaron gansadas como la que ayer emularon los internautas madrileños.

"Me entero, me hace gracia, vengo y lo hago". De esta forma tan poco alambicada resumía Gemma sus motivaciones para acudir a la cita. La mayoría de los jóvenes pensaban así. "No hay que buscar una explicación. Es divertido, nos lo pasamos bien y ya está", confesaba María. Su amiga Edurne daba algunas pistas a los sociólogos para situar el fenómeno. "Se trata de hacer algo en común, de participar en una idea colectiva. También de hacer algo distinto, divertido", aclaraba. En medio de la confusión, algunos sorprendidos viajeros dejaban ver su tristeza e incredulidad.