TPtoco importa la cifra de personas que hayan muerto en la carretera este fin de semana. Cualquier número superior a cero es una tragedia que debería preocupar a los políticos tanto como la violencia de género o el terrorismo. Si algo tienen en común estos tres problemas es que provocan muertes absolutamente evitables, aunque todavía hay diferencias sustanciales: frente al terrorismo hay un alto grado de concienciación social y empieza a haberlo contra la violencia machista, pero son los accidentes de tráfico los que aún no han llegado a ser tomados en serio. Me doy cuenta cada vez que conduzco por cualquier puente urbano sobre el Guadiana, respetando la limitación a 50 por hora, y soy adelantado por quienes creen que son Fernando Alonso y deben llegar destacados al próximo viraje. También están los que imitan a Pedrosa y van acercando la rodilla al suelo en las rotondas. La cuestión es que todavía no nos atrevemos a anotar las matrículas y a presentar denuncias, movidos por la estúpida creencia de que nuestro comportamiento iba a ser el de un mísero chivato. Nos quedamos con la boca abierta cuando nos cuentan que han ido de Badajoz a Madrid en dos horas y pico en lugar de reprocharles su temeridad. Nuestra pasividad ante los despropósitos ajenos no ayuda en nada a que se reduzca el medio centenar de muertes de cada fin de semana. Pero claro, un país que se levanta a las seis de la mañana para ver a un asturiano adelantar por la derecha, no puede esperar que los jóvenes, a las cinco de la mañana y habiéndose bebido hasta el mistol , se comporten como ciudadanos.