María Dolores, a la que todo el mundo conocía en su barrio de Can Mas como Maore, no salía de casa sin el móvil de su padrastro anotado. Esta vez, la nota la llevaba en el bolsillo del pantalón. Y fue ese número el que condujo a los agentes del grupo de homicidios hasta Rubén, el padrastro de la adolescente. Eran las once de la mañana. "Los mossos se cruzaron con mi mujer en la puerta de casa. Venían a hablar con nosotros y ella iba a comisaría a denunciar la desaparición después de comprobar que no estaba en casa de las amigas", contó.

Sereno a pesar del dolor que está soportando, Rubén exigió a los medios de comunicación "respeto" para su hija y su familia. "Hemos empezado a escuchar cosas inciertas y malintencionadas sobre mi hija. No permitiré que nadie la juzgue ni cuestione cómo era. Era un niña y la han matado vilmente unos salvajes que son los únicos a los que hay que juzgar y condenar como se merecen". Sus compañeros del instituto se pasaron el día organizando por internet un acto que esperan celebrar entre hoy y mañana y en el que condenarán el asesinato.