El psiquiatra Carlos Castilla del Pino, renovador de la neurología en España gracias a sus estudios sobre la depresión, la incomunicación y la humanización del trato a los enfermos, ensayista prolífico, narrador tardío y académico de la lengua, falleció ayer en Córdoba víctima del cáncer. Tenía 86 años.

Llamado el psiquiatra rojo durante la dictadura, Castilla del Pino introdujo en España temas como el feminismo, el psicoanálisis y el marxismo aplicados a una perspectiva sociológica. Nacido en San Roque (Cádiz) en 1922, cursó medicina en Madrid pese a la oposición de su padre --el psiquiatra llegó a decir que la muerte del progenitor supuso para él "una liberación"--, y desarrolló la mayor parte de su carrera en Córdoba, donde dirigió una consulta durante 38 años. Allí atendió a más de 100.000 pacientes, de quienes dijo que le hicieron "lo poco sabio" que era. Durante el franquismo, Castilla del Pino militó en el PCE y fue adalid de un movimiento que luchó por humanizar el trato al enfermo mental.

Además, su visión de la psiquiatría, influenciada tanto por Freud como por Marx, le costó que hasta en cuatro ocasiones los afectos al régimen le impidiesen acceder a la cátedra universitaria, lo que no solo le marcó de por vida, como confiesa en sus dos memorias --Pretérito imperfecto y Casa del Olivo --, sino que le impidió acceder a un púlpito desde el que su trabajo podía ser conocido a nivel mundial. El reconocimiento vino, por tanto, después de aquella etapa, cuando no solo logró la cátedra, en 1983, sino también multitud de premios.

LAS FRUSTRACIONES "La historia de España, como la vida de Don Quijote, es una sucesión de frustraciones", declaró hace un tiempo el psiquiatra, quien tenía una opinión muy crítica no solo de los triunfadores de la guerra civil, sino también de aquellos ciudadanos "que volvían el rostro y toleraban lo que se hiciera". Sus declaraciones eran directas, duras, impactantes y cargadas de sentido común. "Si se coge a un falangista y se le pone a cavar por 25 pesetas, se vuelve revolucionario", dijo.

Causó especial revuelo aquella vez que reconoció su incompetencia como padre y confesó que había sentido más no poder acceder a la cátedra que la muerte de cinco de sus siete hijos, uno de los cuales se suicidó. Después se explicó: "El verdadero fracaso en la vida es no poder realizarse", dijo. "Todas las muertes de mis hijos me causaron un gran pesar, pero no impidieron mi proyecto de vida", añadió, antes de aprovechar para cargar contra el concepto de familia, algo, según él, "sagrado" en España.