Plymouth es un suburbio de Minneapolis que hace unos años fue destacado por la revista Money como la mejor ciudad para vivir en Estados Unidos. Para el niño Seth Johnson fue, en cambio, el peor lugar para morir.

Tras pasar semanas sufriendo, Johnson falleció a los 7 años el 30 de marzo del 2015 en una casa en el bloque del 6100 de Vicksburg Lane. Su cuerpo, cubierto en su propio vómito, estaba lleno de moratones, sus piernas plagadas de llagas y arañazos y dos marcas ennegrecían sus talones. Hacía semanas que había dejado de dormir, prácticamente no comía y ocasionalmente temblaba y se lanzaba escaleras abajo. Y la autopsia dictaminó como las causas del deceso una pancreatitis aguda y una posible septicemia.

FAMILIA DE ACOGIDA

Podría ser una historia más de un niño enfermo pero es de terror por las decisiones que tomaron Timothy y Sarah Johnson, los padres que lo acogieron como familia de acogida cuando tenía 3 años y lo adoptaron un año después. Cuando el pequeño, al que estaban educando en casa, empezó a desarrollar problemas decidieron que no recibiera asistencia médica profesional, alegando tener “problemas con ir a los doctores” y “temor a que lo medicaran”. Optaron por realizar su “propia investigación”, darle “vitaminas” y “miel medicinal” y “rezar por su salud”. El fin de semana en que todo llegó al límite, se fueron a una boda y lo dejaron al cuidado de un hermano de 16 años. Y aunque regresaron para la que sería su última noche, lo dejaron en un colchón solo con una camiseta, sin manta ni almohada.

Cuando la oficina del fiscal del condado de Hannepin recibió el caso, en diciembre del 2015, lo trató inicialmente como un homicidio. Consultaron con un pediatra especializado en abusos para ver “si podía vincular las acciones o inacciones de los padres al desarrollo de pancreatitis y la muerte” de Seth. Y dado que el especialista no logró establecer esa conexión, la fiscalía los ha imputado con el máximo cargo para el que ha encontrado pruebas: un delito menor de negligencia grave, que podría conllevar penas de un año de cárcel para cada uno si son condenados.

“No podemos comprender” es una de las frases que se repiten en el comunicado de Mike Freeman, el fiscal, un texto donde se constata que los Johnson “rehusaron hacer lo que la mayoría de padres hubieran hecho y llevarlo al doctor”.

CLAROSCUROS

La historia que han contado los Johnson está, además, llena de otros claroscuros. Porque cuando acogieron por primera vez a Seth, Sarah Johnson lo definió como un niño “brillante”, un pediatra aseguró que era “un preescolar conversador y floreciente”, y un examen médico que se le realizó a los 5 años tampoco descubrió ninguna condición médica. Pero cuando empezó a presentar problemas y los padres pusieron en marcha su propia investigación “diagnosticaron”, según le han dicho a las autoridades, que tenía estrés postraumático y una lesión cerebral también traumática. También alegaron que una clínica previamente le diagnosticó síndrome de alcoholismo fetal y trastorno relativo del apego, pero en ese centro médico no hay documentación que avale su afirmación.

Tras la muerte del niño abrieron una página de crowdfunding para “aliviar las cargas financieras” del funeral y tomarse una baja laboral “de manera que Tim y Sarah puedan concentrarse en que su familia atraviese este difícil momento”. Aseguraban que Seth había muerto inesperadamente en su casa. Explicaron que le enseñaron “sobre el amor de Dios. Qué significa ser amado, qué significa amar”. Recaudaron 7.000 dólares.