THtay muertes que atentan contra la dignidad del género humano, o al menos de una parte importante, que condena la pena de muerte como una de las peores enfermedades de nuestro tiempo. Hay muertes que duelen en el sentimiento colectivo de conciencia moral, porque demuestran que todavía no hemos aprendido nada, que la barbarie puede instalarse en la mente de un criminal, de un terrorista, o de un Estado. Hay muertes que avergüenzan, porque se cometen en nombre de una idea que debería servir para evitarlas, para buscar la igualdad, para vivir en paz, y proteger los derechos de todos. Hay muertes que dañan al asesino tanto como a las víctimas, al menos ante los otros, ante los que nunca utilizarían el terror para defender una sola idea, ante los que creen en la fuerza de las palabras para buscar el entendimiento, ante los que se resisten a que la justicia sea un ojo por ojo. Hay muertes que humillan a la víctima y a todos los que sentimos el rechazo de las parodias que pretenden reparar el daño con el daño. Hay muertes inútiles, porque la vida del verdugo no devuelve las vidas de sus víctimas. Hay muertes que repugnan porque se comenten con la impunidad que permiten algunas leyes, protegidas, vigentes, o amparadas por países que se llaman a sí mismos desarrollados y democráticos. Hay muertes simultáneas, que demuestran que todavía queda mucho por hacer, que el terrorismo de Estado se permite el lujo de matar como lo hace el terrorismo que el mismo Estado condena.

Sadam Huseeim, Carlos Alonso Palate, Diego Armando Estacio , descansad en Paz.