Desde lo alto, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, alcanzó a ver azorada la magnitud del desastre en la región norte del estado de Río de Janeiro. Son más de 416 los muertos provocados por los casi dos días de lluvias. Se trata, alertó Defensa Civil, de una cifra que sigue siendo provisional. Primero cayó el agua. Después vino lo peor: inundaciones y deslizamientos.

Esta vez, se concentraron en las ciudades de Nueva Friburgo (187 muertos), Teresópolis (169), Petrópolis (39), Sumidouro (17) y San José del Valle de Río Preto (4). Las imágenes de la calamidad son muy parecidas: barrios enteros sepultados por un lodo voraz. Gente subida a los tejados de lo que ha quedado agitando las prendas blancas que pudieron salvar, para que pudieran ser detectados por los helicópteros abocados al rescate.

Las zonas inundadas se encuentran completamente incomunicadas y eso dificulta la tarea de los bomberos. "Algunos terrenos tienen mucho lodo y escombros. Tenemos que trabajar con cuidado para evitar nuevos deslizamientos. Ya hemos perdido tres bomberos en acto de servicio", dijo el coronel Mauro Domingues André.

Rousseff estuvo 45 minutos en Nueva Friburgo, donde el alcalde saliente, Paulo Azevedo, y su hijo Mareus se cuentan entre las víctimas fatales. La presidenta prometió "acciones firmes" para afrontar la calamidad. El Gobierno federal liberó por lo pronto una partida de 400 millones de dólares que serán utilizados en la reconstrucción.

Los testimonios recogidos por la televisión carioca dan cuenta de la desolación y el desconcierto. "La gente está desesperada. Tengo una casa de descanso en Cuiabá. El casero me llamó para informarme de que la lluvia lo arrastró todo y destruyó el puente de acceso", dijo el economista José Roberto Alfonso.

"Fue un mar de lodo", aseguró Manuel Cándido da Rocha. "Vivo aquí hace 25 años. Nunca he visto una cosa así", agregó. "Es la mayor catástrofe en la historia de la ciudad, fundada en 1891", señaló el ministro estatal de Medio Ambiente de Teresópolis. El gobernador de Río, Sergio Cabral, aseguró ayer que los brasileños han sido testigos de "una tragedia anunciada", en la que se combinaron varios factores de manera letal.

MALA GESTION Nueva Friburgo, Teresópolis y Petrópolis habían trazado en el 2008 sus "áreas de peligrosidad". Sabían que algo así les podía suceder. Sin embargo, tomaron pocas medidas para evitar las consecuencias de los desastres naturales. Otra vez, las malas gestiones son las peores aliadas de la calamidad. Los problemas ambientales y urbanos hicieron el resto. El agua llegó con fuerza a los barrios ricos, pero fueron otra vez los asentamientos marginales los más expuestos. En las ciudades anegadas ha habido "décadas de permisividad", lamentó Cabral. Solo en la capital del estado hay 18.000 casas construidas en áreas de riesgo. En ese sentido, Cabral consideró que las ocupaciones irregulares de tierra y la cuestión climática "son cada vez más sinónimo de desastre".

En abril, las lluvias en Niteroi, en la periferia carioca, dejaron decenas de muertos. Ellos formaron parte de la lista de 500 fallecimientos que provocaron las lluvias en el 2010, de acuerdo con el diario paulista O Estado.