Eugenio Lorente y su mujer, Zury, soportan una penitencia. La más dura. Ellos viven y su hija, no. Dos hombres y una mujer la raptaron, la forzaron, la intentaron agredir sexualmente y, finalmente, la estrangularon. Porque sí. Aquello ocurrió el 10 de septiembre del 2000 en Alora (Málaga). Ana Elena tenía 20 años. Desde entonces, sólo vive en el recuerdo de sus padres y hermanos.

Eugenio ha querido rendir un homenaje a su hija. Y a todas las hijas que han conocido el infierno. Y a todos los padres que se han querido morir con ellas. En una carta abierta publicada ayer en El Mundo, Eugenio recuerda su dolor y establece un diálogo con José María Carabantes, el padre de Sonia, la joven de Coín (Málaga) cuyo cadáver fue encontrado el pasado martes. "Quédate con su bella cara, con su sonrisa, ésa que dice el director del instituto de Coín que no pasaba desapercibida", le aconseja.

Han pasado casi tres años, pero Eugenio sigue llorando. Es imposible no hacerlo. "A ella la mataron. A nosotros nos quitaron la vida. Nuestra peor penitencia es seguir viviendo".

CADENA PERPETUA

Los tres implicados en el asesinato de la joven de Alora están ahora entre rejas. Y lo estarán 30 años. Pero el hecho de que Gema, Carapelo y Cartucho estén en la cárcel no devuelve la vida a Ana Elena. "Nosotros, los padres, somos los que estamos condenados a cadena perpetua", se lamenta. "Al odio, qué quieres que te diga, dale rienda suelta. Es humano. Mi mujer y yo --añade-- odiaremos a los criminales de Ana hasta el fin de nuestros días. ¿Perdón? Nunca".

Eugenio era inspector de policía y está convencido de que a su hija la mataron cuando ella dijo a sus agresores: "Soltadme. Mi padre es policía".