Hubiera sucedido donde hubiera sucedido, la muerte de Esmin Green supondría una indignante tragedia. Pero las circunstancias de esa muerte evitable y el escenario, Nueva York, han hecho del caso un triste y vergonzoso escándalo que sacude a un país, Estados Unidos, que se considera avanzado y emblemático del primer mundo.

Green, de 49 años, falleció el 19 de junio en la sala de espera de la unidad psiquiátrica del Kings County Hospital de Brooklyn tras sufrir un colapso y pasar una hora en el suelo sin que nadie hiciera nada. Las cámaras de vídeo registraron su total abandono. Y los informes del hospital han dejado de manifiesto, además, que el personal trató de cubrir con mentiras una negligencia que ya ha costado el empleo a seis trabajadores del centro, ha provocado indignación entre los ciudadanos y ha forzado a las autoridades a actuar.

Tras su muerte, un enfermera redactó un acta en la que aseguró que alrededor de las seis de la mañana Green estaba "deambulando por la sala y aparentemente bien". Ese informe podría haber pasado como verdad si las cuatro cámaras de seguridad no hubieran desmontado la mentira. El hospital está denunciado desde hace un año como "una cámara de suciedad, decadencia, indiferencia y peligro".