Òscar Camps, impulsor y cabeza visible de la oenegé Proactiva Open Arms, no era demasiado optimista. «Porque una cosa es la solidaridad en casa o en las redes sociales, y otra muy distinta, salir a la calle». Al final, este rescatador se fue con el corazón partido. Feliz por las decenas de miles de personas que ayer tomaron Barcelona contra el cierre de fronteras y en apoyo de los refugiados y de su acogida digna. Y compungido, porque mientras marchaba por el centro de la ciudad, sus compañeros rescataban en aguas libias a 400 seres humanos, y no había noticias de una embarcación con otros 110 a bordo. La manifestación ha sido un severo golpe de atención a la burocracia. Organizada desde la sociedad civil, la marcha exigió medidas urgentes. Inmediatas, de hecho. Y que «basta ya de excusas». Fueron 160.000, según la Guardia Urbana -500.000, según los impulsores- los ciudadanos que durante más de dos horas recorrieron 2,5 kilómetros.