Nación y patria son dos términos cargados de gran significado para Wojtyla: "Si se nos pregunta qué lugar ocupa el patriotismo en los Diez Mandamientos, la respuesta no permite titubeos: se ubica en el ámbito del cuarto mandamiento, el que nos obliga a honrar al padre y a la madre".

El Papa advierte de que el siglo XX empujó al mundo hacia "estructuras supranacionales, o incluso hacia el cosmopolitismo", pero, "como la familia, la nación y la patria, son realidades no sustituibles". Juan Pablo II lo razona: (...) La identidad cultural e histórica de las sociedades es salvaguardada y alimentada por todo lo que encierra el concepto de nación". Pero se debe evitar un peligro: "Que la función de la nación degenere en el nacionalismo".

El Pontífice polaco se decanta en su libro por el patriotismo: "El nacionalismo --razona Juan Pablo II-- se caracteriza porque sólo reconoce y pretende el bien de su nación, sin contar con los derechos de los demás. Por el contrario, el patriotismo, en cuanto amor por la patria, reconoce a otras naciones iguales derechos que reclama para la propia".