Los tres cerditos, Caperucita Roja o La Casita de Chocolate son algunos de los cuentos tradicionales más conocidos. Sin embargo, parece que lo que para unas generaciones es parte intrínseca de su infancia, para otros es algo absolutamente desconocido. Una situación que ha despertado la alarma en el Colegio Miguel de Cervantes, que lleva a gala el nombre del escritor más destacado de la literatura española. Aprovechando la celebración de la semana cultural del centro y la cercana efemérides del día del Libro, se han propuesto devolver parte de esa "infancia perdida" a sus pequeños escolares.

"La idea surgió después de madurarla durante bastante tiempo al descubrir que había niños en las aulas que aunque parezca imposible, desconocían los cuentos tradicionales", apunta Lourdes González, maestra del centro. Y dicho y hecho. Toda la comunidad educativa se puso manos a la obra para rescatarlos, ambientando pasillos y aulas con dibujos y objetos que recordaran esas historias transmitidas -al menos, tradicionalmente-- de padres a hijos. "Parece imposible pero no conocían La Bella Durmiente; sin embargo hay otros dibujos que dominan perfectamente con todos esos nombres japoneses y raros".

Después de dar un paseo por el centro, un pequeño porche sostenido por palos de azúcar atrae al visitante, rememorando aquella casita de chocolate que vislumbraron los hermanos Hansel y Gretel. Sucumbiendo a la tentativa, nos internamos por su atractiva entrada a un peculiar museo, un museo del cuento. "Los niños estaban nerviosos porque nos veían entrar y salir pero sabían que ellos no podían asomarse, aunque notaban el olor a fresas que impregna toda la sala". Los detalles están cuidados al máximo, desde la música de las películas de dibujos animados de Walt Disney, hasta los objetos expuestos, todos ellos pertenecientes a los protagonistas de los cuentos. "Son objetos reales como los huevos y la harina del lobo de los siete cabritillos y las piedras que le sacaron de la barriga; las botas de El gato con botas o el polvo de hadas de Campanilla". Pero también el gorro del hermano de Wendy o los trajes "expresamente enviados por correo por las princesas". Pero el museo también se ha compuesto con las aportaciones "de los 420 duendes que recorren este centro cada día". Los padres también han podido visitarlo, e incluso a alguna que otra madre se le han saltado las lágrimas.

Un lugar mágico en el que también se han impartido clases, porque en todas las materias se ha trabajado con ellos, adaptándolo a cada asignatura. Y los niños encantados porque "para ellos es volver a creer en todas aquellas cosas en las que creíamos nosotros cuando éramos niños; las reacciones están siendo maravillosas porque es como ir a Walt Disney"