El presunto secuestro y juicio islamista a una mujer en Reus (Tarragona) por un grupo de fanáticos religiosos es, según explicaron ayer fuentes de la lucha antiterrorista, "la expresión más violenta" de un preocupante fenómeno: la aparición y auge de grupos de individuos fanatizados que se arrogan el papel de jueces y policías de la moral islámica. Ese fenómeno, que desde hace años se manifiesta en Francia y Holanda, se ha detectado ya con fuerza en Cataluña.

Los escenarios suelen ser localidades rurales donde la mezquita está en manos de seguidores del salafismo, una corriente ultraconservadora que obliga a practicar el mismo estilo de vida. "Si con el verbo y con el sermón de la mezquita no basta, entra en escena un grupo de personas vinculados al oratorio que castigan al díscolo", dice una fuente de las fuerzas de seguridad especializadas en el extremismo islámico.

La mujer juzgada y condenada a muerte por un grupo de siete extremistas islámicos estuvo retenida tres días en una fábrica abandonada y, luego, en el domicilio particular en Reus del líder espiritual del grupo. Tras huir, se refugió en un bar desde el que llamó a los Mossos.