La luz se ha ido y no tenemos agua". Resignado ante la adversidad, un comerciante de Rangún tomaba ayer su baño diario en un enorme charco de agua de lluvia del ciclón Nargis a su paso por la que fue capital de Birmania hasta hace poco. Tres días después de barrer el delta del río Irrawady, los daños causados por la tormenta tropical comenzaron a hacerse palpables en esta ciudad de 4,3 millones de habitantes, perfilandose como la peor tragedia padecida por el sureste de Asia desde el tsunami de diciembre del 2004, que arrasó los países ribereños del Indico.

"Se ha destruido tanto que me veo obligado a bañarme aquí", se lamentaba este birmano anónimo a la agencia Reuters. Mientras los habitantes de Rangún vigilaban de reojo que no cayeran sobre sus cabezas los árboles casi arrancados de cuajo, los cables de teléfono colgando o las vallas publicitarias reventadas, se hacía cada vez más palpable las iras de los ciudadanos contra el régimen militar, al que acusan de pasividad. La tormenta, según fuentes oficiales, ha causado al menos 10.000 muertos y 3.000 desaparecidos. Se cree que centenares de miles de birmanos se han quedado sin hogar o sin agua potable.

"COMO HORMIGAS" "La última ocasión que aparecieron eran como hormigas; venían de no se sabe dónde; ahora no veo a nadie, ni al Ejército, ni a la policía", se quejó amargamente un residente de Rangún, comparando la dura represión durante la última revuelta budista con la pasiva reacción de las autoridades ante el ciclón. "¿Donde están los soldados o la policía? Fueron muy agresivos durante las protestas callejeras del año pasado", criticaba sin pudor un funcionario retirado.

El principal problema es la falta de agua potable. Debido al corte en el suministro del líquido elemento, numerosas personas tuvieron que hacer cola con cubos y cántaros para pedir agua a los habitantes con pozos artesianos. "El Gobierno debería hacer mucho más de lo que está haciendo; necesitamos ayuda urgentemente", se lamentó un taxista. "Nuestra principal demanda es agua potable", exigió.

La lluvia y el viento huracanado, con velocidades que oscilaban entre los 190 y los 240 kilómetros por hora, hicieron estragos en cinco zonas administrativas del país: Rangún, Irrawady y Pegu, y los estados Mon y Karen. Estas regiones están habitadas por 24 millones de personas y han sido declaradas zonas catastróficas. Pueblos costeros han sido reducidos a la nada.

"NADA COMO ESTO" "En toda mi vida no había visto nada como esto", relataba a France Presse un habitante de Rangún de 70 años. "El retorno a la normalidad requerirá un mes", apostilló. "Las operaciones de limpieza de la ciudad acaban de comenzar, pero van a necesitar mucho tiempo; los daños en la ciudad son importantes", subrayó un diplomático occidental.

Los precios de los alimentos y el combustible se multiplicaron. La gasolina ahora cuesta el doble que hace cuatro días, y los huevos el triple. Se han formado grandes colas ante las gasolineras y en las tiendas no quedan velas o pilas. Muchos tejados han acabado volando, lo que da una idea del daño que han padecido los barrios de chabolas, mucho más precarios.

La represión policial también ha hecho su aparición. En la cárcel de Insein, los soldados y la policía mataron a 36 reclusos cuando intentaban sofocar un motín carcelario, que comenzó cuando los presos se congregaron en una gran sala y encendieron fuego para combatir el frío, según una oenegé tailandesa.