"Hemos encontrado agua. Y no un poco, sino una cantidad significativa", afirmó ayer con evidente satisfacción Anthony Colaprete, investigador del Centro Ames de la NASA, al presentar públicamente los primeros resultados de la misión Lcross en la Luna. El 9 de octubre, la sonda estadounidense se precipitó sobre un cráter del polo sur, llamado Cabeus, con el objetivo de que el impacto eyectara hacia arriba una nube de materiales. Se buscaba agua y se encontró agua. "La hipótesis de que la Luna es un lugar inhóspito y seco no se sostiene", proclama la agencia espacial en un comunicado.

A diferencia de varios anuncios precedentes, la NASA quiso dejar claro que en esta ocasión no se trataba de indicios o pequeñas trazas de agua, sino evidencias de una notable acumulación. "Más que oler el rastro del agua, prácticamente la hemos saboreado", insistió el investigador Peter Schulz.

La violenta caída del cohete Centaur (2,3 toneladas) que impulsaba la Lcross formó dos columnas de materiales que pudieron ser captadas por la propia sonda antes de sacrificarse, ella también, en aras de la ciencia. La primera, con gran presencia de polvo fino, se elevó más (hasta 25 kilómetros), mientras que la segunda fue más baja debido a la presencia de materiales más pesados. En ambos casos, los residuos expulsados no habían visto la luz en miles de millones de años. Es difícil precisar, pero Colaprete comentó que el impacto formó un agujero de entre 20 y 30 metros de ancho y expulsó unos 95 litros de agua. Agua helada, claro está, puesto que las temperaturas en el fondo del cráter rondan los 40 grados.