Dalia Levinsohn tuvo que contener la rabia y las lágrimas durante las cinco horas del juicio. Dalia, representante de la acusación popular en nombre de la comunidad judía, asistió ayer al discurso desafiante y victimista, irónico y jocoso de un viejo conocido de la Justicia, el nazi Pedro Varela, dueño de la librería Europa de Barcelona, a quien la acusación pide cuatro años por difundir ideas que justifican el genocidio e incitar al odio y la discriminación racial mediante la publicación y venta de ideología fascista.

A dos metros de Varela en la sala de juicios, Dalia le escuchó cuestionar abiertamente el Holocausto: "¿Cómo lo voy a justificar si lo que está en discusión es la existencia de seis millones de pastillas de jabón?" (en relación a los seis millones de víctimas). La provocativa estrategia de la defensa consistió en acogerse a la doctrina del Constitucional según la cual la negación del genocidio no es delito.

Dalia contuvo la respiración cuando, momentos más tarde, una funcionaria judicial introdujo en la sala una gran esvástica metálica que había presidido la sala de conferencias de la librería Europa. Un grupo de cuatro jóvenes que acudieron en apoyo del acusado, alguno de los cuales rozaba la mayoría de edad, sonreía. Más tarde apretaron los puños y negaron con la cabeza cuando la fiscalía y la acusación popular, en nombre de la comunidad judía, desgranaron las tesis negacionistas y racistas que incluyen los volúmenes que ha publicado. Varela se definió como un simple librero que publica "lo que pide la gente". Dalia comentaba: "Me siento fatal. Vomitaría".