La belleza está en los ojos de quien la mira". De esta manera, parafraseando un refrán inglés, se puede definir la experiencia estética, según Camilo Cela Conde, profesor de Evolución Humana de la Universidad de las Islas Baleares. En otras palabras, la emoción del arte responde a la activación de áreas específicas del cerebro, afirma el investigador. Cela Conde dio una conferencia en Barcelona len el marco de la Semana Mundial del Cerebro.

El punto de vista de este investigador no es una opinión personal, sino que se fundamenta en estudios experimentales. El año pasado, un equipo coordinado por Cela Conde y otros investigadores publicó en la revista Proceedings of the National Academy of Science los resultados de un ensayo sobre la reacción del cerebro al arte. Un grupo de voluntarios visualizó imágenes artísticas que iban de cuadros del siglo XVII a obras posimpresionistas, pasando por la fotografía de paisajes. Los técnicos utilizaron un sistema para detectar la activación de su cerebro.

"Los hombres activaban solo el hemisferio derecho, las mujeres los dos", explica Cela Conde. La interpretación de este resultado no está clara, pero el investigador apunta a la evolución. "Durante dos millones y medio de años, las mujeres se adaptaron para recolectar, una actividad que requiere identificar qué es cada raíz, mientras los hombres se dedicaban a la caza, que solo requiere habilidad espacial", aventura Cela Conde.

Una parte de los intereses del investigador se centra justamente en identificar cómo la evolución generó la aparición del arte. La visión tradicional es que hubo una revolución artística a partir de hace 38.000 años, en la época en la cual las cuevas europeas se empezaron a llenar de pinturas de manos y bisontes. "En realidad, estoy convencido de que no hubo revolución. Esa época responde a cuando los cromañones entraron en Europa. Sin embargo hay testimonios de que los humanos practicaban arte desde mucho antes, en Africa", asegura Cela Conde.

El investigador cita como ejemplo los grabados geométricos del Homo erectus, encontrados en Bilzingsleven. "¿Se trataba de arte o era una forma de expresión sin meditación, como las líneas trazadas en papel mientras se habla por teléfono?", se pregunta.