"En público muestra la actitud arrogante y engolada de todos los presidentes de Francia. Si sustituimos su rostro por el de Giscard d´Estaing, Mitterrand o De Gaulle, no notamos la diferencia. Esa gestualidad va con el cargo y tiene que ver con un sentimiento muy propio de ese país: la grandeur. Salvando algunos arrebatos emocionales que ha tenido, propios de su carácter histriónico, que no disimula, Sarkozy se muestra coherente con el papel que representa. Hace poco le vimos chulesco en Bruselas. Esa actitud no iba dirigida hacia Europa, sino hacia Francia, donde esperan eso de él".